Este largo periodo de ausencia de madurez en América Latina ha tenido distintas explicaciones. Algunas que se hicieron dogma y habitaron entre nosotros de manera permanente y constante.
Con razón, en algunas ocasiones en especial durante el largo periodo de los conflictos entre dos modelos antagónicos: el comunismo y el capitalismo.
Luego de la caída del Muro de Berlín en 1989 y la crisis bancaria de 2008 el mundo ha tomado un nuevo sendero que requerirá por sobre todo acabar con la adolescencia e iniciar el camino de la construcción de espacios y senderos propios.
Hemos empezado con los tópicos del mundo que no queremos, pero aún no nos hemos puesto de acuerdo en relación a cómo construiremos uno propio donde indudablemente el trabajo, la sinceridad de propósito y la constancia serán fundamentales.
En países aún divididos por profundas inequidades internas nos fascina la construcción colectiva de esa patria común de la que hablaba Bolívar y que se ha convertido en otro tópico más para escapar de esa otra tarea descrita más arriba que fundamentalmente obliga a los autores a huir de los lugares y tópicos comunes que dominaron la retórica del siglo XX.
No es fácil porque implica asumir el reto y trabajar en consecuencia.
Ahora, que vemos que por más declamaciones e intentos de unir a la región con diferentes modalidades y nombres, claramente podemos concluir que seguimos adoleciendo de capacidad de articulación común tomando como enemigo que derrotar a la pobreza, la inequidad, la violencia.
Seguimos siendo un subcontinente que como todo adolescente huye de su responsabilidad y encuentra más fácil culpar al otro de su desgracia. Solo que ahora el otro ya ha decidido que tiene problemas propios y que cada vez demuestra menos capacidad e interés de actuar sobre nuestros gobiernos, lo que supone un gran reto: ser libres y autónomos aunque eso suponga ser responsable y serio.
El lobo no está pero todos siguen jugando a su existencia para distraerse de la tarea de crear mejores condiciones de vida que claramente será ahora de responsabilidad de los gobiernos que administraron el periodo más largo de los mejores precios de nuestros productos en los mercados internacionales.
Pareciera que se alinearon los astros para por fin ser libres pero la maldita retórica y la reiterada memoria de los tiempos del pasado nos han evitado construir un destino mejor que el que teníamos.
Brasil ha querido lucirse mostrando un nuevo rostro del subcontinente y demostró en la práctica que desde la construcción de estadios para el Mundial hasta la violencia genocida en sus calles, que supera los 50 000 asesinatos al año, no ha sido capaz de proyectar madurez y confiabilidad al mundo.
Ya se habla de los números de la corrupción aunque todavía no se ha echado a rodar el balón inaugural. Estamos teniendo todo para madurar pero nos empeñamos en mantenernos adolescentes.