Las decisiones judiciales forman parte de un universo particular de “verdades” oficiales, se van construyendo relatos que forman una realidad paralela contenida en expedientes judiciales, en sentencias, que se quedan allí para la historia. Asumimos, para nuestra tranquilidad, que el sistema de justicia pondrá cada cosa en el lugar que le corresponde. Esperamos, ingenuamente en contextos como el nuestro, que en todos los casos el inocente sea confirmado como tal, el culpable sea castigado; el deudor pague, el acreedor reciba lo que le deben; el hijo sea reconocido y el padre asuma su obligación. En fin, los ejemplos de esta realidad oficializada por decisiones judiciales son muchos. Siempre tenemos la expectativa de que la justicia haga su trabajo, actúe como tal, cumpla su rol social, institucional, frenando los abusos, castigando a los culpables y asegurando, al menos eso esperamos, que las personas reciban lo que se merecen.
En pocas palabras, estamos frente a una pretensión de verdad, en tanto correspondencia de las decisiones con la realidad, una idea disputada debido a las múltiples teorías sobre el conocimiento; estamos condicionados por muchos factores en nuestro acceso a la realidad, a tal punto que se cuestiona, una y otra vez, incluso la objetividad de las ciencias naturales, y se encuentra bajo ataque la misma racionalidad occidental como modelo único de comprensión. Existe una pretensión de verdad en la justicia, se asume en todos los procesos judiciales que las decisiones finales son la “mejor” versión de esa verdad, no “la” verdad.
Los regímenes autoritarios buscan que los jueces rodeen de legitimidad a sus abusos, quieren cerrar la historia con sentencias judiciales. Basta recordar la obsesión de Stalin para que sus purgas terminen en procesos públicos, en los que los supuestos culpables eran expuestos, así sus abusos se presentaban como producto de la justicia, otorgándoles verosimilitud social, al tiempo que aliviaban sus conciencias.
Cuando la persecución judicial a Fernando Villavicencio, Clever Jiménez, Ángel Polibio Córdoba o Martín Pallares cesó (por señalar algunos casos), muchos sentimos alivio por las víctimas del acosamiento; pero es una sensación incompleta, falta mucho camino por recorrer, quedan casos pendientes (como el de los procesados por el supuesto golpe de Estado el 30S); pero lo más importante, para pasar la página de la infamia reciente, es necesario que se investigue, procese y sancione a todos los que contribuyeron a crear estas estructuras abusivas, a quienes ejecutaron los abusos, a los que forjaron pruebas, alteraron videos, promovieron juicios.
Requerimos de un sistema de justicia que garantice la independencia de sus operadores (jueces, fiscales y defensores), que asegure imparcialidad y profesionalismo. Los pendientes son muchos y los abusivos también, queda un inmenso trabajo por hacer, estamos solo en el principio. ¿Moreno podrá liderar el proceso? Esperemos que sí.
@farithsimon