El Ecuador atraviesa por una situación muy difícil, posiblemente una de las peores de su historia, por efecto covid-19. De acuerdo a las cifras oficiales, hasta el día de ayer se contabilizaban 31 881 contagiados, 3 433 recuperados y 1 569 fallecidos. Sin embargo, esto no es fiable. Para tener una idea real del impacto de la covid-19 en el Ecuador, tranquilamente se podría multiplicar esos valores por 5 o, como estimaba en días pasados una nota del New York Times, por 13.
A diferencia de Italia, España, Alemania y otros países que ya han pasado por lo peor de la crisis, en América Latina todavía no hemos llegado a la cúspide de la curva. Por ello la decisión de abrir la economía no es fácil y debe ser profundamente analizada.
El problema que tenemos es que el Ecuador se encuentra en una situación económica y fiscal críticas. Junto a Venezuela y Argentina, nuestro país es uno de los más vulnerables de la región. Han confluido una serie de factores: la caída estrepitosa de los precios internacionales del petróleo, la baja en la recaudación de impuestos, la limitada capacidad de endeudamiento y, como si fuera poco, no tenemos fondos de contingencia para enfrentar la emergencia.
La situación entonces es extremadamente difícil. Organismos internacionales hablan de una caída del 6% del PIB. Hay otros expertos que, en función del comportamiento de las variables macroeconómicas de las últimas semanas, estiman que ese decrecimiento sería del 10,1%. Este comportamiento no es el reflejo de una recesión sino de una depresión.
¿A qué me refiero? No a una desaceleración normal o pasajera del ciclo económico. A una gran disminución de la demanda y de la oferta agregada, acompañada de la reducción drástica de la inversión, del cierre de empresas, desempleo y deflación. Algo parecido a la Gran Depresión de los años 1930 en Estados Unidos y en el mundo.
Por ello, al menos desde el punto de vista económico, hay que abrir la economía. Abrir la economía pero de manera paulatina, con estrictos controles y protocolos para evitar que el número de contagios producto de la covid-19 aumente.
Hay que tomar en cuenta que las medidas de confinamiento no son para erradicar el virus. Son solamente para evitar que haya un número desproporcionado de infectados y evitar que colapse el sistema de salud. En el caso del Ecuador, la mayoría de los hospitales públicos están colapsados.
Eso se mitiga cuando se cuenta con un gobierno bien preparado, ágil, profesional y con liderazgo. También con una ciudadanía consciente que comprende y colabora. Sin embargo, veo con preocupación que la decisión de abrir la economía se la quiera pasar a las autoridades locales. Los GADs deben involucrarse y apoyar. Sin embargo, la decisión es y debe ser del Gobierno central.
Preocupa nuevamente el titubeo del presidente de la República, Lenin Moreno, para tomar el control de la situación y hacer lo más indicado. Esa es la misión fundamental de un líder político. No lo contrario.