Es tal vez el calificativo mas benigno que se puede establecer sobre la decisión tomada por la mayoría de ciudadanos ingleses, respecto de la inconveniencia de continuar formando parte de la Unión Europea.
Se han auto infligido daños de magnitud en innumerables órdenes de su realidad económica; han desconocido los esfuerzos y beneficios de más de 60 años de búsqueda de una identidad común que destierre las incomprensiones y construya un ambiente de paz y concordia; dan un paso atrás en el fortalecimiento de las bases de la democracia; echan por la borda una relación que les ofreció mejoras sustantivas en su calidad de vida y optan por una vía, que ahora la quieren mediatizar con una nueva negociación, que a ningún país del mundo le ha ofrecido resultados en el mejoramiento de sus condiciones de vida.
El autarquismo o la protección a ultranza, sólo conducen a sostener la pobreza. No hay un solo ejemplo en el mundo de algún país que logró superar sus limitaciones sin comprometerse a formar parte de una organización mayor. Y ese falso y mentiroso mensaje, encubierto en el manto nacionalista de restauración de la soberanía, de conseguir zafarse de las amarras que perturban sus intereses y vienen de Bruselas, fue el eje que sirvió a los dirigentes del rompimiento con la UE.
Ahora, estos irresponsables al ver el tamaño de los daños ocasionados, la mayoría en carne propia, optaron por correr, salir del mundo político y dejar al Reino Unido, no sólo con enormes moretones en la economía, sino además con un sistema político fraccionado, y países de su propia colectividad que desean salirse de la icónica sociedad, como Escocia e Irlanda del Norte.
El populismo inconsecuente no tiene límites, se aprovecha de las debilidades de la democracia (incluso en países que se supone tienen educación) para crear mundos fantasiosos, inexistentes, pero que se enancan en las reminiscencias de viejas épocas, superadas e irrepetibles.
No tardaron los efectos. En menos de un día los ingleses recibieron buena parte de una medicina diferente a la prometida. Cayeron sus ingresos. La libra esterlina se fue de nariz (expresión de una buena amiga). Quienes ahorraron en fondos inmobiliarios de su propio país, han perdido un trozo de sus patrimonios. Algunos perderán sus trabajos y se anuncia una etapa de recesión, en lugar del paraíso ofertado. Comprar cosas importadas va a ser más caro, entre ellas la gasolina y el diesel. Los bancos ingleses perdieron valor y con ello sus accionistas. Y la lista sigue.
Ahora quieren negociar la salida. Los 27 restantes de la Unión europea dicen nones. Salgan primero y luego hablamos. En que queda el orgullo británico. La desorientación les arruinó.