Destrozados y chiros

¿Cuál será la forma de comunicar y entender la gravedad y complejidad de la situación actual? ¿Algunos siguen buscando fórmulas milagrosas que nos saquen del terrible hoyo al que nos llevaron las desaprensivas políticas económicas de los últimos doce años? ¿Cómo explicamos que todo el país, por donde se lo mire no tiene ahorros ni reservas disponibles para usarlas ahora que todo nos falta? Está chiro. Pero, no sólo eso, está esquilmado, endeudado y desvencijado. En pocas palabras: destrozado, con una angustia profunda.
No faltan las excusas para sacar el cuerpo. Tampoco escasean los argumentos falsos para desechar ideas o contribuciones. No son pocos los que miran al de al lado para que cargue con el peso de todo este desarreglo que se lleva lo que encuentra en el camino: Estado, empresas, empleos y con ellas la subsistencia diaria. Pocos aceptan la situación inevitable, dolorosa pero cierta: sólo unidos y solidarios es posible evitar la catástrofe. Con egoísmos o visiones individualistas de enconcharse en los intereses terrenales, que en otras ocasiones pueden ser entendibles, pero no ahora, lo único que se tendrá por cosecha será más inequidad, más pobreza, más gente en la calle, más violencia, más temor y el terrible riesgo de regresar a un gobierno abusivo y autoritario.

Dentro del Estado pocos se dan cuenta que no hay ese dinero abundante y fácil que se obtuvo destruyendo los andamios de la política económica; ya no existe ni siquiera para pagar los sueldos. En estas semanas, el fisco ha perdido no menos de 8 000 millones de dólares (8% del viejo PIB, porque del que quede será mucho mayor) y esa es una catástrofe fiscal sin precedentes. Obviamente los acreedores tendrán que aceptar sus pérdidas, pero ni con eso se arregla. Ya no queda casi nada para inversión pública y aún así el problema sigue vivo. Pero los GADs tampoco asumen el daño. Quieren seguir viviendo como si nada hubiera pasado. Y en ese plano, nadie quiere perder derechos que hoy son simplemente imposibles de cumplir.

El viejo refrán:” la unión hace la fuerza” debería ser el lema que nos una alguna vez a todos quienes vivimos en esta linda tierra. Cambiar la actitud de un Estado pedigüeño por la de un administrador responsable y de ciudadanos que ofrecen cooperación y participan en la solución. De un Estado que reconoce su profunda descomposición e ineficiencia y hace acto de enmienda. En fin, tener claro que el futuro lo definirá nuestra actitud conjunta. Los temores se pueden desvanecer si con franqueza se dicen las cosas y con generosidad se buscan consensos. Divididos volveremos a ser presas de aventureros políticos que como siempre lo han hecho abusarán de la buena fe de mucha gente que siente mortificación por sus actuales padecimientos.

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