Pasan los años, y las personas con más edad, experiencia y sabiduría van quedando abandonadas y desprotegidas. Los amigos van disminuyendo, desapareciendo. El Estado olvida a aquellos que mientras fueron jóvenes impulsaron el engrandecimiento de la nación. El sector privado queda tranquilo cumpliendo las disposiciones legales. Los viejos, cada vez con menos fuerza y voz, no son escuchados, excepto por aquellos que todavía piensan con el corazón y la razón, no con la calculadora de votos.
A medida que los seres humanos alcanzan la tercera edad, vemos como los jóvenes, desde las distintas funciones que desempeñan, van pensando en su futuro, olvidándose de aquellos que ya cumplieron un rol en la vida. Tanto el sector público como el privado, cada uno en su esfera de actividad, buscan su rédito, aún a costa de otros. El gobernante, por ejemplo, intenta limitar las libertades para imponer sus ideas. Prescinde de los viejos para nombrar a personas afines a su tendencia política.
En el sector privado, a los “mayorcitos” con cierta influencia se los ubica en comités, asesorías, presidencias vitalicias, para dejarles a un lado, sin lastimarlos. A los otros, se les agradece los servicios prestados. Lo criticable es que se los abandone en el momento de mayor necesidad, esto es, en la enfermedad. La seguridad social pública los deja sin medicamentos ni atención. Algunos de sus galenos los tratan sin esas palabras de aliento, solidaridad y comprensión que un viejo necesita. En el sector privado, no es muy diferente el trato que reciben los grandes.
Algo de esto debe cambiar. Por ello, ante la enfermedad de la gente graduada de tercera edad, las empresas de seguros deben desarrollar, sin costos elevados ni exigencias imposibles, pólizas dirigidas a proteger a estas personas que sufren por el peso de los años. Es inadmisible que se les castigue al no brindarles atención o medicamentos. Propongo, por tanto, la expedición de una ley por la cual las compañías de seguros, nacionales o extranjeras que operen en Ecuador, tengan la obligación de contar con programas de seguro médico, de salud y de asistencia médica, para personas mayores de 65 años.
Habrá que pensar en condiciones mínimas indispensables, a un costo alcanzable, para que estas pólizas se emitan, cubriendo la mayor cantidad de riesgos y la adquisición de medicamentos. Las aseguradoras buscan a jóvenes para que engrosen la lista de sus clientes, cobrándoles la prima que fijan, puesto que saben lo bajo de la siniestralidad de estas personas.
Pero cuando esos jóvenes entran al club de los adultos mayores, dejan de interesarles, y se elimina toda posibilidad de acceso a un seguro.
No puede aceptarse que mientras más débil es una persona, más abandonada esté.