En la actualidad muy poco importan los temas institucionales con tal de vivir bien, cómodamente, a tono con el estatus de vida y con un galopante consumismo. Unos que mejoraron legítimamente el nivel de vida a costa de un intenso trabajo y sacrificio. Otros porque les llegó una oportunidad con el Estado y pueden disfrutar de sus beneficios, sin controles.
Esto de las libertades, la democracia, la defensa de la institucionalidad, la independencia de las funciones del Estado, la tolerancia, el respeto a la opinión ajena y al ordenamiento jurídico resulta en el mundo actual casi algo esotérico. Algo que ni siquiera se entiende a cabalidad y que solo se añora cuando se pierde, en medio de un planeta que se destruye, pero también en desarrollo, con grandes avances. Uno de tantos: el lanzamiento al espacio de un satélite ecuatoriano. Una de las debilidades es el sistema educativo mediocre, sin gran calidad, que no permite el cabal entendimiento de los problemas.
Decía en Ecuadoradio el obispo de Riobamba, monseñor Julio Parrilla, que hoy interesa más el consumismo. Como se dispone de dinero para gastar, la plata es todo. Tener el estómago lleno es importante, pero no único. “También los burros tienen el estómago lleno”, sentenció. Por ello argumentaba que la diferencia es tener la cabeza en su sitio para desarrollar el pensamiento y que el gran signo del avance humano es el respeto al pensamiento ajeno, a las libertades, la tolerancia y la convivencia civilizada. El consumismo no permite ver ni analizar los temas de fondo.
Basta visitar los centros comerciales para corroborar cómo se compran las cosas y allí no hay diferencias. La vida con austeridad queda para pocos. El gran flujo de dinero permite volcarse al consumo sin reparar que esto no es todo ni será para toda la vida. La dependencia del Estado o de ingresos de productos no renovables (el petróleo) no será eterno. ¿Acaso se reflexiona qué sería si se reducen los ingresos y peor si se produjera una crisis, un cataclismo, terremoto, grandes inundaciones o cualquier otro fenómeno extraordinario e imprevisto que puede devenir en un desastre? Con mayor razón si no se ha tenido la capacidad de ahorrar algo precisamente para las épocas difíciles.
Está bien que se gaste cuando existen necesidades sociales urgentes y extremas, pero hay el buen ejemplo de Chile, que supo gastar pero también ahorrar los enormes excedentes de la venta del cobre que le permitiera enfrentar sin mayores traumas el terremoto y tsunami de hace 3 años, en contraste con el desastre de Haití.
Se vive el momento de regocijo y de felicidad material, pero no se tiene la visión del mediano y largo plazos.
Se vive el presente, que puede ser pan para hoy pero hambre para mañana y de los temas de libertades ni institucionalidad, ni hablar.