Sin motivos para celebrar, este sábado 13 de agosto cumple 90 años el comandante de la revolución cubana. Este, sin duda, es uno de los personajes de la pasada centuria. Constituye, además, el ícono de esa izquierda mundial que ha fracasado en los países en los cuales ha plantado su bandera del autoritarismo.
Pero ¿por qué no hay razones para festejar? Para empezar a entenderlo vale la pena incluir pasajes de la entrevista que el escritor y diplomático ecuatoriano Francisco Proaño Arandi concediera a este Diario: “Cuba es el fracaso de una utopía”; “Fidel Castro ha sido el líder de un proceso político fallido”.
Con la isla a un tris de volver al tan temido ‘período especial’, que soportó ya en la década de los 90, a causa de la eclosión de URSS, no hay excusas para fastos.
Y más aún cuando el propio castrismo, especialista en supervivencia a costa del bolsillo de terceros países -primero de la Unión Soviética y luego de la Venezuela chavista- ha desmontado uno de los mitos de su fracaso. Se ha visto forzado a acercarse al ‘Imperio’, al que ha acusado y acusa de todos sus males. Aunque, en realidad, como ‘buenos socialistas’ que son, los Castro responsabilizan a terceros de todos los problemas que crean. Ellos y su modelo, del cual ellos mismos están presos desde los años 60 -como el resto de cubanos- nunca son culpables de nada…
El nonagenario comandante, que ha sido mencionado como una de las mayores fortunas de la región y que, como buen socialista, igualmente ama los placeres, urdió un modelo que coarta todo tipo de libertades, que apalea y criminaliza a quienes piensan distinto, que ha anulado la libertad de expresión y de prensa. Y que ha creado en la isla dos clases sociales separadas por una brecha enorme: los Castro y la ‘nomenklatura’ que tiene todos los privilegios, por un lado, y el resto de la población, que son mayoría y padecen todas las calamidades del modelo. Unas calamidades que azotan también a Venezuela. Por eso, miles de isleños (y también venezolanos) prefieren escapar e incluso arriesgar sus vidas…
No solo eso: el modelo ha perfeccionado un esquema que reemplaza a unos autócratas por otros incluso peores. Así pasó en la propia isla, que sacó del poder a Fulgencio Batista. Y sucede ahora en Nicaragua con Daniel Ortega, que es el Anastasio Somoza del siglo XXI.
Y si un homenaje cabe en este 90 aniversario, este podría ser uno: que los admiradores del castrismo vivan por un mes como lo hacen los cubanos -o los venezolanos- de a pie. Es decir, que soporten las colas sin fin para comprar algo, que usen las cartillas de racionamiento de alimentos, que sobrevivan con sueldos de USD 25 al mes, y que alimenten la esperanza de que el ‘socialismo real’ quizá terminará de construirse en 57 años más.