La carrera por el armamento nuclear que desataron dos grandes potencias, Estados Unidos y la Unión Soviética, entre 1950 y 1968, pusieron en vilo al planeta. En ese tiempo se registraron 700 accidentes significativos con 1 250 armas nucleares.
Estos datos son incluidos por el periodista estadounidense Eric Schlosser en su nuevo libro: Command and Control (Penguin Press, 2013). Celebrado por críticas en The New Yorker y The Guardian, este volumen de 640 páginas se lee como un ‘thriller’ que relata lo cerca que estuvimos de desaparecer de la Tierra. Documentos desclasificados por el gobierno de Estados Unidos en septiembre pasado revelan, por ejemplo, la existencia de un accidente que ocurrió el 23 de enero de 1961. Pudo haber cambiado el curso de la historia de América.
Todo lo que cuenta Eric Schlosser en su libro es otra de las consecuencias del horrendo episodio de Hiroshima, cuando EE.UU. dejó caer un cilindro de 3 metros de largo, 71 centímetros de diámetro y 4 toneladas sobre una población civil indefensa. Corría el 6 de agosto de 1945.
Esa decisión, que buscaba cancelar la Segunda Guerra Mundial, mató en fracción de segundos a 80 000 personas. Y una cifra similar más tarde, por enfermedades cancerígenas, lesiones colaterales y daños hereditarios.
Todo se originó con Albert Einstein, quien le escribió unas líneas al presidente Franklin D. Roosevelt. Quería fabricar una bomba de uranio. Esa carta incluía una precaución sobre la posibilidad de que Alemania buscara un objetivo similar.
Roosevelt puso al mando del proyecto Manhattan al brigadier Leslie Groves. 6 000 personas fueron trasladadas a Los Álamos, Nuevo México, para construir en estricto secreto una bomba que costó USD 2 000 millones.
Los tripulantes de los aviones se prepararon para la misión durante un año en Wendover, pueblo perdido de Utah. Las consecuencias del lanzamiento de la bomba atómica sobre Hiroshima -y después sobre Nagasaki- no tienen límites. La primera fueron 80.000 muertos inmediatos. Después, ocurrió la rendición de Japón.
Einstein, Oppenheimer, Bohr y Fermi se arrepintieron de lo que habían hecho posible y pasaron el resto de sus vidas con esa carga sobre sus conciencias.
La controversia se extendió por años. Un comité de técnicos, aglutinados alrededor del Franck Report, propuso que con la bomba hicieran una demostración de fuerza sin afectar vidas civiles. El alto mando militar lo desechó. Pensaban que solo un ataque aéreo letal frenaría la locura japonesa que se había desplegado desde Pearl Harbor.
Los japoneses se rindieron y terminó la Segunda Guerra Mundial, pero la carrera nuclear apenas comenzaba. Y sobrevivió dos décadas, con equívocos y peligros mayores. Como bien lo refiere Eric Schlosser.