La mirada de 2015 en la política ha quedado claramente oscura. Un Gobierno que busca la reelección de su única figura presidenciable con probabilidades de éxito. Una oposición que buscará la vuelta para presionar por una consulta popular que impida romper la jugada de Alianza País y del Presidente.
Pero mientras ese panorama -que está tan claro como la noche cerrada, en lo político- se va decantando, en lo que sí existe un acuerdo es en las complejidades del mapa económico para el año 2015.
El primero que auguró tiempos difíciles en sus siempre admonitorias sabatinas fue el propio presidente Rafael Correa.
La extracción de petróleo ha sido un sostén de la economía ecuatoriana desde los años 70 del siglo pasado. Es verdad que hoy en día la dependencia petrolera no es tan significativa como lo fue antes, sin embargo, los caudales de recursos que provienen de esta fuente son considerables. Pero el mercado internacional del crudo ha cambiado y cambiará, según vaticinan los expertos, y el desplome de sus precios, debido a las condiciones geopolíticas del planeta y a la incorporación de las reservas de esquistos de Estados Unidos muestra una tendencia a la baja que viene perjudicando la economía nacional durante al menos medio año 2014. Esa rodada será constante y los tiempos de vacas gordas parece que terminaron, al menos, durante unos cuantos años.
Países con inmensas reservas acumuladas, los nuevos pozos que nutren a la potencia norteamericana y el cambio de la matriz energética en otros lugares modifican los condicionantes de ese enorme mercado del que el Ecuador se benefició.
Este cambio de viento marca los nuevos tiempos, difíciles, al decir del Primer Mandatario, que podríamos vivir.
Está claro que durante estos largos ocho años el proyecto político se nutrió de la abundancia y de los buenos precios internacionales de crudo. Así, el presupuesto de USD 8 500 millones del último año del presidente Alfredo Palacio dio el salto colosal a los más de USD 36 000 millones, ocho años después.
Esa dinámica que agitó la vida económica del país, la dotó de una velocidad en el gasto público significativa. Promovió el consumo que se ve en centros comerciales y restaurantes, alimentó una burocracia creciente que antes no existía y engrasó el aparato de una obra pública donde una parte del sector privado se enriqueció participando de esta lógica, aun en el tiempo de la recesión mundial, por la aplicación de una política contracíclica que estimuló, desde el gasto estatal, la economía nacional de forma deliberada.
Pero 2015 será un año de compás de espera. El gasto corriente apenas se disminuirá. El Presidente advirtió que los recortes vendrán por las inversiones, en consecuencia esa dinámica ya no será la misma ni en la misma velocidad que la experimentada. Veremos cómo reacciona ante esta nueva realidad una sociedad que olvidó la cautela frente a la ilusión y el dispendio.