El 2010 clarificó las aguas

América Latina tuvo en general un buen año en el 2010. La mayoría de países avanzaron en la solución de sus problemas y lo hicieron a una velocidad superior a la planeada. Unos lo consiguieron buscando nuevos socios mundiales, abriendo sus fronteras, diversificando los mercados de sus productos, mientras otros mantuvieron una más intensa y estrecha relación con los EE.UU. No faltaron por supuesto las excepciones, cuyos sobresaltos y amarguras se vieron con notoriedad en los días de cierre de este calendario. La cosecha fue generosa en la mayoría de los países y magra en unos pocos. Nuevamente los modelos económicos confirmaron en unos casos sus fortalezas y en otros las debilidades.

Los mercados mundiales fueron pródigos con los intereses de la región. En especial los de las materias primas cuya demanda, impulsada de manera preferente por China e India, favoreció a la gran mayoría de países. El ‘boom’ de precios mundiales de inicios de siglo que se truncó el 2008 volvió, modificando la estructura de las exportaciones con el retorno de los productos básicos, de manera particular en aquellos países dotados de recursos naturales con posibilidad inmediata -por la existencia de políticas públicas con incentivos bien delineados- de ponerlos en producción y expandirlos.

Por esta vía de generar bienestar a través del crecimiento la inequidad empieza a doblegarse. Con estabilidad se fortaleció la clase media y con ella la democracia. Sin embargo, subsisten y son notorios los lunares. El 2010 demostró, una vez más, que los abusos políticos y malos manejos fiscales, tienen un costo social muy elevado.

Por eso mientras en unos países, sus pueblos festejaban el Fin de Año con alegría y recibían al nuevo con ilusión, en otros terminaban desabastecidos, doloridos y con agruras por los garrotazos económicos que les propinaban sus gobiernos.

El 2010 confirmó la conveniencia de la línea de acción pública de gobiernos responsables, que cuidan los recursos, respetan la ley, aseguran las instituciones, defienden la estabilidad y con esos insumos compatibilizan la libertad política con la economía de mercado. Cosechan bienestar con la perseverancia de acciones que cuidan con esmero la confianza.

También sirvió para demostrar que las políticas irrespetuosas de estos principios tienen una vida limitada y un fin doloroso. Bolivia, Venezuela, Argentina son los lunares visibles de la región. Sus pueblos, con gran dolor están pagando el precio de los experimentos políticos. Y lo que es peor, saben que por esa vía no tienen futuro. La lección es clara y la opción no tiene discusión. En América Latina se ha demostrado una vez más que la sensatez no tiene sustituto. A la larga se impone. En ese plano el aporte del 2010 ha servido para clarificar las aguas.

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