Este viernes, Donald Trump se convierte en Presidente de los Estados Unidos. Es el momento preciso para emprender una seria reconfiguración de la relación bilateral Ecuador-EE.UU. y dejar atrás 10 años de juegos absurdos que no han avanzado un centímetro los intereses del Ecuador en el escenario internacional. Y no estoy hablando de su bucólica retórica de la izquierda antiimperialista sino de la factura que tendremos que pagar los ecuatorianos gracias a ella.
Para hacer una sumatoria rapidísima de los costos reales de este juego elevado a la categoría de política exterior de estado basta decir que las exportaciones no petroleras a EE.UU. no sólo no aumentaron sino disminuyeron. La inversión extranjera directa ha corrido peor suerte y estos rubros no han sido compensados con inversión neta China (por citar apenas un ejemplo). O, el hecho de que mientras aún se necesita levantar a millones de ecuatorianos de la pobreza, el gobierno de Alianza País se dio el lujo de expulsar a la cooperación de AID la que –hasta el año 2006- daba más de USD 60 millones para el Ecuador. Eso sin contar los juicios que perdimos contra OXY y Chevrón y por los que el estado ha tenido que desembolsar o tiene todavía, miles de millones de dólares.
Pero, dejemos el pasado atrás. El gobierno de Rafael Correa y específicamente el canciller Guillaume Long tiene la oportunidad única de enderezar el barco y demostrar que son unos negociadores de primera en el escenario internacional. Tiene varios ases en la manga.
Para empezar, Ecuador es el único país con Rusia que ayudó a elegir a Trump, gracias a Assange. Por si no se han dado cuenta, Assange ahora es el “Darling” en los círculos de Trump y sería bueno cobrarle el favor al partido republicano ¿no se quejaban de que el Ecuador no negoció nada por la Base de Manta? Ahora pueden enmendar la historia. Pueden pedir el regreso de la cooperación, inversión extranjera o una salida honrosa (y negociada) a los pleitos internacionales mal llevados.
No pueden perder un solo día de estas 18 semanas y 124 días hasta el 24 de mayo. El tiempo es fundamental. La primera y más importante: el nuevo secretario de Estado es nada menos que Rex Tilleron, uno de los grandes magnates de la industria petrolera, pero además defensor gremial de los intereses de su gremio. Si no hacemos una jugada rápida por otros canales, Tillerson va a empezar a cobrar al Ecuador una por una las bofetadas legales dadas a sus amigos Oxy y Chevrón. Cualquiera que sea el resultado electoral en el Ecuador, esa factura será muy dura. Así que empiecen a mover a las nuevas amistades de Assange rápida y efectivamente, a sus socios en Moscú y, prueben enviando a Ivone Baki como embajadoraen Washington. Por mucho que me pese la falta de profesionalismo, el codicioso Trump valorará mucho que el Ecuador envía a alguien que le hizo ganar dinero con Miss Universo. Es hora de pensar más allá de cualquier preferencia ideológica, es hora de pensar en el país.