Hoy marcamos el noveno aniversario de los trágicos acontecimientos del 11 de septiembre. Este año un pastor con un pequeño grupo de seguidores en Florida amenazó con señalar este aniversario con la quema de libros del Corán. Si bien respetamos el derecho de los estadounidenses para ejercer su libertad de expresión, nos preocupa profundamente todo intento deliberado de ofender a miembros de cualquier religión o grupo étnico. En los niveles más altos del Gobierno y en toda la sociedad civil de los Estados Unidos, el pueblo estadounidense se expresó contra este acto por considerarlo vergonzoso, divisivo y que no representa los valores estadounidenses. Gracias al enérgico rechazo que recibió su propuesta, el jueves de esta semana el pastor decidió no continuar con su plan.
Como manifestó la secretaria Clinton durante el iftar (comida vespertina que rompe el ayuno durante el Ramadán) en el Departamento de Estado el 7 de septiembre: “Me anima la clara e inequívoca condena contra este acto irrespetuoso y vergonzoso que han emitido líderes religiosos de todas las creencias, desde cristianos evangélicos hasta rabinos judíos, así como líderes seglares y formadores de opinión. Nuestro compromiso con la tolerancia religiosa se remonta al nacimiento mismo de nuestro país. Muchos de ustedes conocen que en 1790 George Washington escribió a una sinagoga en Newport, Rhode Island, que este país “no aprobará la intolerancia y no contribuirá a la persecución”.
La libertad y la tolerancia religiosa son pilares fundamentales de la sociedad estadounidense y son cimientos importantes de nuestros valores hoy como lo fueron en el momento de la fundación del país. Una copia del Corán es parte de la Biblioteca de la Casa Blanca y un miembro del Congreso tomó el juramento de su cargo sobre un Corán que fue una vez propiedad de Thomas Jefferson -uno de los padres fundadores de los Estados Unidos.
Creemos firmemente en la libertad de religión y en la libertad de expresión; son derechos universales consagrados en la Constitución de los EE.UU. y en la Declaración Universal de los Derechos Humanos. Tan pronto como el pastor develó sus planes, mi Gobierno reafirmó nuestra posición de que la destrucción deliberada de cualquier libro sagrado es un acto repugnante. También hemos dicho una y otra vez que la mejor respuesta al discurso ofensivo es el diálogo y el debate. Como lo dijo el presidente Obama más claramente en El Cairo: “La supresión de ideas nunca las hace desaparecer”. Gracias al debate y al diálogo abierto y saludable que provocó esta propuesta, la paz y el respeto pudieron prevalecer sobre un acto de destrucción.