Esta fecha matriz de nuestra nacionalidad quiteña-ecuatoriana tiene como antecedente el 10 de agosto de 1807, día en que murió el Barón de Carondelet, presidente de la Real Audiencia de Quito. Ejerció el poder desde febrero de 1799 apoyado en la experiencia de Juan María de Montúfar y Larrea, II Marqués de Selva Alegre, cuyo padre también fue presidente de esta Audiencia. Quedó su nombre inmortalizado cuando se nominó a la Casa de gobierno como Palacio de Carondelet, porque demostró sapiencia al proponer que Quito alcanzara la categoría de Capitanía General con el puerto de Esmeraldas, cercano a Panamá, y dejara de ser un distrito pequeño frente a los dos virreinatos de Nueva Granada y de Lima.
Por este elemento desconocido en la historia, y por la invasión napoleónica desde 1808 que produjo la crisis de la monarquía de Fernando VII, se facilitó la insurrección de Venezuela y de Bogotá, y se extendió a Quito. La conspiración y toma del poder fue el 10 de agosto de 1809, cuando se depuso al conde Ruiz de Castilla y asumió el poder una Junta Suprema conformada por diputados de los barrios quiteños organizados: por el centro o Catedral, los marqueses de Selva Alegre y de Solanda; por San Sebastián, Manuel Zambrano; por San Roque, el marqués de Villa Orellana; por San Blas, Manuel de Larrea; por Santa Bárbara, el marqués de Miraflores; y por San Marcos, Manuel Matheu .
Terminó la vigencia de ese poder independiente por falta de apoyo de Cuenca y Guayaquil en octubre de 1809, y reasumió la Presidencia el conde Ruiz de Castilla, con refuerzos de tropas del Virreinato del Perú. Por eso el cuartel de Quito cambió ese nombre por el de Cuartel Real de Lima, en la calle Espejo. Hoy es Centro Cultural en el que está un museo de cera, en una de cuyas salas se representa el asesinato de los presos políticos de ese 10 de agosto de 1809.
Restablecida la monarquía, se abrió un juicio penal para todos quienes conformaron la Junta del 10 de agosto. El proceso iniciado en Quito contra el marqués de Selva Alegre fue luego a Bogotá, hasta que llegó al Consejo de Indias en Madrid. Toribio Montes, presidente de la Audiencia en los años duros de persecución, confinó a Juan Montúfar en Loja. A su regreso como prisionero en Quito, se esperaba la orden para enviarlo a España. Esa orden afirmaba que la conspiración era causal de la pena capital. Embarcado en Guayaquil, llegó al puerto de Cádiz en mayo de 1818, luego fue a prisión en Sevilla, y terminó en una aldea mínima llamada Alcalá de Guadaira, donde murió el 3 de octubre de 1819. Sus restos mortales no han sido localizados.
Esta fecha, que ha sido degradada en los siete últimos años, nunca podrá borrarse del registro histórico. Será necesario que nuevas mentalidades, cuando lleguen al seno del poder político, la difundan y la restituyan, para que en un futuro l0 de agosto, se posesione al Presidente de la República junto a los diputados del Congreso Nacional .