Nicco, un american pitbull terrier, juega con su dueña Geovanna Lasso. Foto: Pavel Calahorrano / Narices Frías
“Todos los pitbull merecen un hogar, pero no todos los hogares merecen un pitbull”. Esta frase permanece en la mente de Geovanna Lasso, estudiante de medicina veterinaria. Ella tiene un vínculo muy especial con esta raza canina.
Nicco llegó hace pocos meses a su hogar. Es un american pitbull terrier blanco, sus ojos pícaros y su sonrisa burlona dejan ver su personalidad. Él no ha entendido su ‘rol en la sociedad’. Se podría decir que no es un pitbull en el estricto sentido de la palabra. No ha entendido que debe ser feroz, que está creado para atacar. Al contrario, es juguetón y, aunque un poco travieso, es un buen ciudadano y una excelente compañía para la familia de Geovanna.
Aunque Nicco no cumple las expectativas de la sociedad, no le preocupa. Pasa sus días en el jardín, sale a pasear a diario y recibe los cuidados y atenciones que cualquier miembro de una familia necesita. Todavía es un cachorro –tiene cuatro meses de edad- pero ya empieza a causar temor entre algunas personas que lo ven pasar.
“Pasaba lo mismo con mi perro Rocco”, cuenta Geovanna. Él también era un pitbull y vivió con su familia varios años. Hace poco falleció por cáncer. Su dueña recuerda que las personas se alejaban al verlo porque les provocaba miedo. Sin duda es un animal corpulento, pero era completamente sociable
La mamá humana de Nicco lamenta que muchas personas no entiendan a esta raza. “A cualquier animal que lo tengas en malas condiciones y sin socializar con humanos y animales puede volverse agresivo, aunque no sea su naturaleza”, explica. Un perro pequeño puede ser agresivo, aunque no tenga la fuerza de un american pitbull terrier o un rottweiler.
Las personas que han utilizado a estos animales para peleas han sido las causantes de esta mala fama, opina. Sin embargo, desde su experiencia, cuidar a uno de estos perros nunca ha causado arrepentimientos para ninguno de los miembros de su familia.