Cambios polémicos en las redes sociales como Twitter. Foto: Computerworld / IDG
Frente al dramático estancamiento en el número de usuarios de su servicio de microblogging, Twitter realizó en esta semana una serie de cambios en su plataforma con el fin de saciar la sed de quienes buscan informarse con sus 140 caracteres.
Desde esta semana, los primeros tuits que vea un usuario serán una selección filtrada por un algoritmo, no los últimos contenidos publicados por aquellos tuiteros a quienes sigue. Tras ese compendio aupado por la red social, que no se diferencia visualmente del resto del ‘timeline’, aparecerá la tradicional cascada ordenada por momento de publicación.
El número de tuits seleccionados será variable: habrá más, cuantas más cuentas siga el usuario. Para establecer qué es relevante, según fuentes de Twitter, el algoritmo tendrá en cuenta los perfiles seguidos, la popularidad de los tuits, las interacciones y el contenido que le interesa al usuario.
Los cambios no han sido vistos del todo bien por los usuarios de esta red. Las
quejas se replican por doquier, especialmente por aquellos tuiteros que veían en este sitio una oportunidad para dar a conocer en tiempo real qué es lo que sucede en el mundo. Claro, Twitter ha señalado que se pueden cambiar las configuraciones, pero algunos se preguntan, ¿acaso acepté estos cambios?
Efectivamente, los cambios en las políticas de sitios como Facebook o Twitter han sido catalogados como polémicos en más de una ocasión. Por ejemplo, en los últimos años la red de Mark Zuckerberg ha puesto énfasis en que si bien la propiedad intelectual de los contenidos que en ella circulan pertenecen al usuario, esta información también podría ser utilizada por la empresa, gracias a una licencia no exclusiva, la cual es aceptada por el usuario en el momento que hace uso de los servicios del sitio.
Los cambios en las políticas de los sitios dependerían de, por lo menos, dos factores. Uno de ellos, al menos como tratan de hacerlo explícito estas compañías, son las peticiones de sus usuarios. Un muestra es lo sucedido el 2012, cuando Instragram intentó hacer una reformulación de su contrato, que autorizaría que las imágenes que
circulaban en su plataforma pudieran usarse para fines publicitarios sin que esto represente ingresos al autor de la fotografía.
El enojo de los usuarios hizo que la empresa desistiera de sus modificaciones y que mantuviera las mismas políticas del 2010, cuando inició su recorrido. Una segunda razón de estos cambios en los contratos entre usuarios y compañías parecería ser el uso que se pueda dar de la información que circula en estos sitios. O, por lo menos, así lo establece el documental ‘Terms and Conditions May Apply’.
De acuerdo con los documentalistas, estas empresas se revalorizan de acuerdo con la cantidad de datos que puedan recolectar de los usuarios conectados a su red. Con cada clic que hace el usuario, se está dando forma al perfil psicológico, financiero, académico y demás de posibles consumidores.
A diferencia de las técnicas tradicionales de recolección de información sobre los gustos y preferencias de un sector del mercado, Instragram y Twitter permiten ahora crear perfiles de una determinada población de acuerdo con su zona geográfica y en cuestión de segundos.
Un ejemplo es lo que actualmente sucede en el recuadro de ‘Eventos’, en Facebook, cuyo algoritmo recomienda actividades sugeridas para el usuario, dependiendo de
dónde se encuentra y con base en eventos previos donde confirmó su interés.
De cara a esto, Vannesa Camacho, especialista en derechos del usuario, explica que existen dos opciones. La ideal y más sencilla es detener el uso de las plataformas, lo que implica el fin del acuerdo contractual entre usuario y compañía. Sin embargo, ella ve esto como un imposible para millones de usuarios que utilizan servicios de aplicaciones, como WhatsApp, para conectarse con todo el mundo.
¿Qué hacer entonces? Ella propone una revisión por parte de las autoridades nacionales para comprobar efectivamente que estos cambios no violan los acuerdos establecidos inicialmente entre usuario-compañía.
Ahora bien, Hugo Velasco, experto en social media, mira como un imposible que las políticas puedan cambiar aun cuando exista presión estatal. Explica que varias compañías tienen sus bases centrales en países donde cooperan con los gobiernos centrales.
Un caso concreto es el de Facebook, que en el 2012 hizo público que las autoridades estadounidenses hicieron pedidos de datos de 19 000 usuarios, varias de los cuales se hicieron efectivos con base en acuerdos gubernamentales.