El ambiente en el Riocentro Quito estuvo cargado de entusiasmo. Miles de piezas de colores formaban un paisaje en una exhibicición. Mi Juguetería, en colaboración con la comunidad Puzzleros Ecuador, culminaron un desafío monumental: ensamblar uno de los rompecabezas más grande del mundo, compuesto por 42 000 piezas.
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Los rostros concentrados y las manos diligentes de los participantes reflejan la emoción y el compromiso de quienes se han entregado a esta tarea titánica.
El inicio de una gran aventura
El proyecto comenzó como un sueño audaz. Traer uno de los rompecabezas más grande del mundo a Quito era una idea arriesgada, pero Mi Juguetería, junto a Puzzleros Ecuador, se propuso hacerla realidad.
Desde el primer día, la comunidad de armadores se reunió en el centro comercial, enfrentándose al reto de unir cada una de las piezas de “La vuelta al mundo”, una obra que representa los monumentos más icónicos del planeta.
Los primeros días fueron de ajustes y organización. Andrea Velásquez, miembro de Puzzleros Ecuador, recuerda cómo el equipo trabajaba meticulosamente desde la mañana hasta el cierre del centro comercial.
“Era emocionante ver cómo se formaban las imágenes poco a poco, cómo cada pieza encontraba su lugar”, relata Velásquez con una sonrisa. Cada cuadrante, de 6 000 piezas, se armaba con paciencia y determinación, revelando lentamente paisajes conocidos como la Torre Eiffel, el Taj Mahal y el Monte Fuji.
Una estrategia para el éxito
Para llevar a cabo esta proeza, la organización fue crucial. Cada participante tenía un rol específico en el proceso de armado. Eugenia Enríquez, otra de las participantes, explica: “Nos dividíamos en equipos para separar las piezas por colores y formas. Unos se dedicaban a los cielos, otros a los edificios, y algunos más a detalles como flores y animales”.
Esta distribución de tareas permitía que todos trabajaran de manera simultánea, avanzando en diferentes secciones del rompecabezas.
El ambiente en el lugar era vibrante, lleno de risas y concentración. Los participantes, desde niños hasta adultos mayores, se movían con agilidad entre las mesas, buscando la pieza correcta. “Era una mezcla de adrenalina y paciencia”, dice Enríquez. “Cada vez que alguien encontraba una pieza que encajaba, era motivo de celebración”.
El orgullo de una comunidad unida
A medida que se acercaba el final del proyecto, el orgullo y la satisfacción crecían entre los miembros de Puzzleros Ecuador. “Este rompecabezas ha sido más que un reto, ha sido una forma de unirnos como comunidad”, comenta Velásquez. “Nos hemos conocido mejor, hemos compartido momentos y risas, y hemos aprendido a trabajar juntos”.
El rompecabezas, ahora completamente armado, se muestra en todo su esplendor, como una gigantesca obra de arte que cuenta una historia global. Los visitantes se detienen a admirar cada detalle, y los participantes disfrutan del resultado de su arduo trabajo. La sensación de logro es palpable; han logrado algo que muchos considerarían imposible.
Mirando hacia nuevos desafíos
Con el éxito de este evento, Mi Juguetería y Puzzleros Ecuador ya piensan en el futuro. “Este es solo el comienzo”, afirma Velásquez. “Queremos llevar esta experiencia a otras ciudades, invitar a más personas a unirse y descubrir la magia de los rompecabezas”.
La comunidad ya está planeando su próximo gran desafío en Guayaquil, donde esperan repetir la hazaña y seguir construyendo lazos entre los aficionados.
Por ahora, uno de los rompecabezas más grande del mundo se queda en Quito, una pieza más en la historia de esta ciudad y un testimonio del poder de la colaboración, la pasión y el trabajo en equipo. Mientras tanto, los miembros de Puzzleros Ecuador junto a Mi juguetería celebran no solo el fin de un desafío, sino el inicio de muchos más.