En cada proceso electoral, el flujo de información se intensifica y con él también la propagación de contenido engañoso. Las redes sociales y los servicios de mensajería se convierten en escenarios donde circulan datos sin verificar, afectando la percepción de los votantes y, en algunos casos, alterando la decisión de último momento.
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EL COMERCIO tendrá una cobertura con la información detalla de cada proceso en las elecciones 2025 con información real y verificada.
En un contexto donde la inmediatez domina, diferenciar lo veraz de lo falso es un desafío clave para la democracia.
La desinformación en el día de la elección no solo busca confundir, sino que también puede generar incertidumbre sobre la transparencia del proceso electoral. Los ciudadanos enfrentan el reto de identificar fuentes confiables mientras las estrategias de manipulación digital evolucionan.
Ante este escenario, es fundamental contar con herramientas que permitan reconocer información verificada y evitar la difusión de contenido engañoso.
Según Andrés Obando, experto en comunicación estratégica, el primer paso para evitar la desinformación es dejar de referirse a ella como “noticia falsa”.
Andrés Obando, experto en asesoramiento de comunicación estratégica, advierte que una noticia, por definición, no puede ser falsa; al hacerlo, se legitima involuntariamente el engaño. Llamarla por su nombre correcto, desinformación o directamente mentira, ayuda a combatir su impacto.
Para verificar la información, los votantes pueden recurrir a iniciativas de fact checking en Ecuador, como Ecuador Chequea, Lupa Media y los informes del Observatorio Complutense de Desinformación.
Estas organizaciones analizan y desmienten contenido engañoso, facilitando el acceso a datos verificados. Además, se recomienda contrastar la información con mínimo tres fuentes distintas, incluyendo cuentas oficiales de los involucrados y medios de comunicación con credibilidad.
Diferencia entre estrategia política y manipulación digital
Según Andrés Obando, una campaña legítima tiene un origen identificable y sus objetivos son claros. Por ejemplo, un video de un candidato exponiendo su propuesta en redes oficiales es una acción dentro de una estrategia política válida.
En contraste, la manipulación digital carece de firma de responsabilidad y su contenido no puede verificarse con fuentes confiables.
“Las campañas sucias suelen difundirse a través de cuentas anónimas o cadenas de mensajes sin sustento“, explica Obando. Por ello, una estrategia confiable debe cumplir con el criterio de verificabilidad en al menos tres fuentes reputadas.
El impacto de las campañas digitales en las elecciones
Como indica Obando, una elección, especialmente una presidencial, no se gana con un solo evento en redes sociales. “Se requiere una combinación de estrategias digitales y presenciales para influir en el electorado“, sostiene.
En cuanto a la regulación de la desinformación, la legislación actual aún no contempla un control efectivo sobre las redes sociales.
“El marco jurídico de estas plataformas es ambiguo, lo que dificulta la aplicación de sanciones“, advierte Obando.
Sin embargo, existen iniciativas que buscan actualizar la normativa tomando como referencia los avances regulatorios en la Unión Europea. A mediano plazo, se espera que se fortalezcan los mecanismos legales para combatir la manipulación informativa en el ámbito electoral.
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