Uno de los placeres en el paddle board yoga es el contacto con la naturaleza. Sobre el mar, lejos de los sonidos de la orilla, la experiencia es sensorial. El cuerpo se relaja con el eco de las olas y de las aves que vuelan en el cielo. Incluso el aire que se respira es distinto: es puro y transmite paz.
Uno se conecta con su entorno, dice Gabriela Plaza, quien practica esta disciplina que combina lo físico y lo mental.
La concentración es clave. Lo es, más aún, si se realiza en el agua, sobre tablas conocidas como ‘paddle boards’. Miden entre 2,7 y 3 metros de alto y dan nombre a esta práctica que es una mezcla de surf de remo con yoga tradicional.
Simha Rambay es instructor de la escuela Narasimha Yoga, en Guayaquil, que imparte clases de esta disciplina. Durante la temporada de playa en la Costa, viaja cada fin de semana a Salinas (Santa Elena) donde practica con sus alumnos. Para él, hacer yoga sobre tablas paddle es un reto aun para quienes tienen experiencia en el yoga “en la tierra”.
Equilibrio, fuerza y elasticidad son los componentes básicos. El primero relaciona lo metal; el segundo el carácter y el tercero lo anímico. Practicarlo es ponerse a prueba y superarse. En el agua es más complicado, ya que en el mar hay olas y corriente.
Concentrar la mente, absorberse en meditación, recordar, conectarse con el ‘yo interior’…. cuentan entre los objetivos. Estos se logran a través de posturas, llamadas ‘asanas’.
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Al mar se entra parado sobre las tablas, empujándose hacia adentro con un remo. A unos 200 metros de distancia de la orilla se inicia la práctica. No es indispensable conocer de yoga para tomar una clase. El requisito es saber nadar, y quien cumpla con esto, sea niño o adulto mayor, puede hacerlo. Es una precaución, ya que es fácil caer al mar al intentar lograr la asana adecuada. Una de ellas, por ejemplo, consiste en pararse de manos.
Antes de entrar al agua, los alumnos reciben clases en tierra. Luego, las instrucciones continúan dentro del mar.
El instructor usa una tabla más grande, de 3,65 metros, en la que caben dos personas. Así, da indicaciones a un alumno para que los demás las repliquen. Hacen diversos movimientos que demandan flexibilidad, ponen a prueba su fuerza, algunos se caen al mar pero vuelven a intentarlo.
Usar el equipo adecuado. La tabla apropiada es la de paddle y debe medir al menos 3 metros de largo.
El costo total del equipo (remo y tabla) cuesta desde USD 1 000. Se importan desde EE.UU.
Se recomienda practicarlo con licras o ‘tops’ de telas fabricadas para sumergirse en el agua.
Tomar agua o bebidas hidratantes ayuda a un mejor rendimiento.
La clase dura 90 minutos y termina con ejercicios de relajación. Los músculos se estiran, el cuerpo se relaja y retorna la conciencia del resto del entorno.