Lo más doloroso de la tragedia del Quito en Santiago no fueron las seis puñaladas que le metió la ‘U’ chilena para remontar un 4-1. Tampoco la indolencia con la que afrontó en la cancha lo que acabó como su peor partido en la historia de la Libertadores, entregado como reo de muerte a su inminente verdugo.
Lo patético fue el desconcertante episodio previo al viaje de la plantilla hacia Chile, cuando el técnico Carlos Ischia se quejó de problemas internos de la institución, en especial del trato del presidente del club, Fernando Mantilla, hacia el cuerpo técnico y los jugadores. Dijo que no le arreglaban la visa de trabajo, que hablar con Mantilla era difícil y que, en vez de pensar en la revancha con los chilenos, estaba resolviendo otros problemas.
Después de esto y del 6-0, no sé por qué Ischia sigue en el Quito. Es un buen DT pero le falló al equipo cuando se necesitaba jerarquía para dar un paso histórico. Perder no es problema porque esto es un juego. Pero no hacer cambios cuando la ‘U’ ganaba 4-0 y estar impávido en la zona técnica (todos hemos visto que Ischia es todo menos una estatua) es casi insulto, sobre todo porque eso pasó 48 horas tras su reclamo.
Ischia, al final, hirió al proyecto del Quito, que busca colarse entre los clubes grandes. Ya que reclama por su visa, quizás sea mejor que tome el pasaporte y busque otro rumbo.