La cascada de Hollín es uno de los mayores atractivos del trayecto.
El sol, ubicado detrás de nosotros, nos daba de lleno, y a pesar de eso, no hacía un calor excesivo. Caía la tarde y el paisaje que nos circundaba era de una belleza prístina, como solamente se puede observar en nuestra espectacular selva oriental.
El cielo era celeste y casi totalmente despejado, algunas aves nos recibían con sus alegres cantos; las aguas tranquilas que discurrían bajo nuestros pies, solamente causaban expresiones de admiración. Estábamos sobre el nuevo puente que cruza el río Napo, en El Coca.
Habíamos salido casi al mediodía de nuestra casa en el valle de Los Chillos y desde el monumento al Colibrí seguimos por la Panamericana o E35 hasta la intersección con la Interoceánica o E28C, donde viramos hacia la derecha, para seguir con destino a Papallacta.
Sabiendo que esta carretera se está ampliando a cuatro carriles, esperábamos encontrarnos con una vía en construcción. Fue grato constatar que el avance de las obras ha sido muy rápido y que hasta el sector de la Virgen la ampliación ya está concluida, permitiendo una movilización fluida.
De allí hasta Papallacta, los trabajos todavía se están ejecutando, por tanto hay que movilizarse con mucha precaución. Luego cruzamos, ya de bajada, por Cuyuja, y llegamos en pocos minutos más a ‘La Y‘ de Baeza. Ahí viramos nuevamente a la derecha con rumbo al Tena por la vía E45, y luego de 35 minutos llegamos al pequeño caserío de Narupa, donde, hacia la izquierda, nace la carretera que nos lleva a El Coca, vía Loreto.
De Narupa, y luego de recorrer 16 kilómetros por la carretera E20, se llega a Hollín, donde hay una espectacular cascada que, aunque no es muy alta, impresiona por su caudal y forma una piscina natural.
Allí también se puede comer y hasta dormir en habitaciones construidas en medio del follaje, con muy buen gusto y refinamiento.
El viaje continúa atravesando pequeños poblados como Sumaco, Ávila y Loreto. En Loreto se puede hacer otra parada y disfrutar de todo lo que esa bonita ciudad ofrece.
Más adelante están El Progreso, Jumandy y Payamino, donde viramos nuevamente a la derecha, y tomamos la carretera que viene desde Lago Agrio (Nueva Loja), para, finalmente, llegar a Francisco de Orellana (El Coca). Habían transcurrido aproximadamente seis horas desde que salimos de casa.
Los principales atractivos se concentran junto al río.
Una de las cosas que más me llamó la atención es el cambio radical que ha experimentado El Coca en los últimos años. Pasó de ser una población desordenada y con calles llenas de lodo a una ciudad hermosa, limpia y muy elegante. Felicitaciones a las autoridades que se han preocupado por invertir adecuadamente los fondos públicos.
Lo primero que queríamos conocer y fotografiar era el nuevo puente sobre el río Napo, que el Gobierno construyó hace poco tiempo. Aunque no es tan largo como el de Bahía de Caráquez, la construcción arquitectónica y el entorno lo hacen muy hermoso, al punto de que se lo disfruta mejor si se lo visita a pie.
En la noche se ilumina de varios colores, con luces LED de última tecnología, lo cual resalta aún más su encanto.
Además del puente, la ciudad ofrece varios atractivos para chicos y grandes. Un complejo ubicado casi debajo del puente, por ejemplo, contiene piscinas, restaurante, hospedaje y un mirador del río y del puente.
Por supuesto, es muy recomendable disfrutar de todos los parajes selváticos que rodean a El Coca. Hasta la próxima.