El velerista Matías Dyck sostiene el trofeo que ganó al imponerse en la categoría Sub 19 del campeonato Centro-Sudamericano de Laser Standar, en octubre del 2015. Foto: Carlos Rojas / EL COMERCIO
En un deporte donde se busca ‘buen viento y buena mar‘, Matías Dyck se destaca entre los veleristas ecuatorianos a pesar de vivir a cientos de kilómetros de la Costa.
Para compensarlo, el quiteño de 19 años ha optado por priorizar su preparación física en tierra y aprovechar al máximo los días que puede acudir al mar para subirse a su embarcación de vela de la Clase Laser Standar, un bote para un solo tripulante que es uno de las más utilizados de la actualidad.
Con esa embarcación, impulsada por el viento y que gana velocidad gracias a la pericia del navegante, el estudiante de Economía alcanzó en octubre del 2015 el primer lugar de la categoría Sub 19 en el Sudamericano de Porto Alegre, en Brasil, donde además se ubicó en el casillero 11 de la clasificación general.
El mes pasado, en cambio, compitió en Miami, EE.UU., y pugnó hasta la jornada final por alcanzar el último cupo para los Juegos Olímpicos Río 2016 que había para Sudamérica.
Ningún ecuatoriano logró la clasificación, pero el entrenador Sebastián Higuera, de la selección nacional, es optimista y desde ya planifica el nuevo ciclo olímpico.
Ecuador tiene un equipo joven, con destacados deportistas como Jonathan Martinetti, Daniela Rodríguez, John Birkett, Edgar Diminich, Jesús Bailón, Iber Constante, entre otros, quienes esperan mejorar la técnica y acumular más experiencia para buscar un lugar en Tokio 2020.
Esa es precisamente la gran meta de Dyck, quien ha pasado toda su vida entre estas pequeñas embarcaciones de vela. “El coraje de no haber clasificado a Río me da impulso para llegar a Tokio”, dijo el deportista de 1,87 metros de estatura.
Matías estudia en la Universidad San Francisco y también se ejercita como todo un profesional. Acude al gimnasio, levanta pesas, asiste a sesiones de Cross Fit. Además, recientemente se compró una bicicleta de ruta, con la asesoría de un tío suyo aficionado al ciclismo, para ejercitarse sobre ella y ganar más resistencia.
El quiteño trata de acudir a la Costa unos dos fines de semana al mes, sobre todo a Salinas donde suele reunirse la selección. Ahí aprovecha para estar en el agua el mayor tiempo posible.
Desde niño estuvo cerca de las embarcaciones, sobre todo en el Lago San Pablo, en Imbabura, porque en su familia existe esta afición. A los siete años ya competía y a los 11 se convirtió en el campeón más joven en la modalidad Optimist.
Jugaba también tenis, pero a los 15 años decidió que las regatas sobre botes de vela eran lo suyo y se planteó la posibilidad de llegar a los Juegos Olímpicos. “Al principio parecía lejana la meta de llegar a unos Juegos, pero en enero, en Miami, estuve con posibilidades hasta la última regata… sentir esa adrenalina fue increíble”, contó el deportista que también ha recibido la guía del entrenador español Javier Hernández.
Ahora, el atleta está motivado porque ingresó al Plan de Alto Rendimiento del Ministerio del Deporte. Eso lo ayudará para su preparación y para financiar algunos viajes, pero necesita conseguir también apoyo de la empresa privada para asistir a otros eventos internacionales como el Trofeo Princesa Sofía, en Mallorca, en marzo, una de las principales pruebas de la temporada. Además, tiene planificado probarse en el Mundial Laser Standart de México (mayo) y más adelante en el Mundial Sub 21 en Alemania (agosto).