Pablo Andrés Vallejo, el triatleta que se sobrepuso a la adversidad

Pablo Andrés Vallejo, triatleta que participará en el primer campeonato nacional de Triatlón en Puerto López, Manabí. Foto: Alfredo Lagla / EL COMERCIO

Pablo Andrés Vallejo, triatleta que participará en el primer campeonato nacional de Triatlón en Puerto López, Manabí. Foto: Alfredo Lagla / EL COMERCIO

Si no aparecía la prótesis se acababa su año deportivo. Así de determinante habría sido la sustracción del aditamento de Pablo Andrés Vallejo, que vivió 24 horas de ‘shock’.

“Quiero pensar que alguien confundió, se confundió, porque encontré mi mochila en una de las columnas de la cubierta de la piscina donde me entreno. No faltaba nada”, dijo el deportista que recuperó su pie de atletismo un día después.

Precisamente, su año deportivo comenzará mañana en Puerto López, donde se disputará la primera válida del Circuito Nacional de Triatlón. “Hasta el año pasado no había una categoría para triatletas con discapacidad. Participé con los deportistas regulares”.

En cambio, el 1 de julio irá a Estados Unidos para competir en el triatlón de Nueva York. Él quiere convertirse en el primer paratriatleta ecuatoriano en completar un triatlón en el extranjero.

De niño practicó natación. Entre los 6 y los 14 años vivió entre su casa y la piscina del colegio Militar Eloy Alfaro, donde alentaban su desarrollo deportivo porque conformó la selección para los torneos intercolegiales.

Dos años después descubrieron que en su pierna izquierda se había desarrollado un osteosarcoma, un cáncer a los huesos que obligó su amputación. Tardó más de una década en asumir su nueva condición y volvió a la piscina, porque nadar fue su mejor terapia. “Volví a entrenarme en Miraflores, con Luis Ayala”.

Allí miró que varios deportistas se entrenaban para el triatlón. “Me parecía una locura hacer tres deportes”. Sin embargo, tomó la decisión de participar en el Ironman de Manta 70.3, donde se nada 1,9 km, se pedalea 90 km y se trota 21,1 km.

Compitió en posta junto con Bernardo Dávalos, quien sufre de hemofilia y quien se encargó de hacer la carrera de ciclismo, y con Ángel González, un militar y héroe del Cenepa, que practica atletismo. Por tres años consecutivos lograron el primer lugar en la categoría de discapacidades.

Alexander Salazar, su entrenador de triatlón, al que Pablo Andrés prefiere llamarlo ‘taita’, le empezó a entrenar en ciclismo y atletismo. “Con la bicicleta no tengo problemas, incluso hice ciclismo de montaña. El atletismo sí es el deporte con el que debo trabajar más, porque, prácticamente, volví a aprender a correr”.

En el 2017 ya completó su primer triatlón. Fue el primer deportista con una discapacidad física en cruzar a nado los lagos: San Pablo y Yahuarcocha. “Son hermosos nuestros lagos, pero prefiero nadar en el mar. En nuestras costas, el agua es más calientita”.

En el Nacional de Triatlón participará en Sprint, donde se trota cinco km, se nada 750 metros y se completa en bicicleta 20 km. “En Nueva York voy a hacer el doble de estas distancias, ese es uno de los objetivos de este año”.

Pese a sus horas y kilómetros de entrenamiento, se da tiempo para dictar clases de natación a personas con algún tipo de discapacidad o que sufren enfermedades catastróficas. “Todo lo puedo hacer gracias al respaldo de mi familia, en especial de mi esposa María José”. Reconoce que ella es el soporte, en el cuidado de sus hijos, Joaquín (8) y Alegría (4), y de las otras obligaciones. “Me acompaña en las carreras, es mi asistente en la zona de transición y me ayuda con los abastos”.

La zona de transición en un triatlón puede ser muchas veces determinante. Pablo Andrés nada sin prótesis. Sale del agua y debe ir a la zona donde toma su bicicleta. Se pone el casco y los zapatos, y debe colocarse su prótesis.

Una vez que cumple con la distancia del ciclismo, retorna a la zona de transición, cambia su calzado, deja el casco y se coloca el pie de carbono, aquel que recuperó el sábado pasado. Para el cambio de prótesis se ayuda con una venda y unas llaves de acero.

“Ensayamos los movimientos para demorar el menor tiempo posible. No debemos olvidar los geles y las barras energéticas, que nos ayudan en el ciclismo”.

María José, su esposa desde hace 10 años, lo mira entrenarse con amor y admiración. “Es un valiente, un guerrero”, dijo.

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