La imagen parece sacada de una novela de Tom Sharpe: ¿se imaginan que el gran Rubén Insúa termine de verdad durmiendo en La Carolina, poniendo su catre junto a los dinosaurios y bañándose en las nuevas piletas del bulevar? Al menos, el ‘Poeta’ tendría toda la pista del parque para trotar, algo que le gusta mucho.
Pero, ya en serio, parece poco factible que un estratega del prestigio de Insúa, que podría dirigir en cualquier club de México o Brasil, tenga que sufrir las angustias de Don Ramón, toreando al casero y ver cómo para la olla.
Es verdad que los problemas de dinero han afectado al plantel y al cuerpo técnico, y que la relación con los dirigentes, los que se quedaron a dar la cara y resolver el problema, está fracturada.
Tras el clásico con Liga (bueno, eso de clásico cada vez se sostiene menos), el dirigente Fernando Mantilla respondió con dureza a los reclamos de dinero de Insúa. Prácticamente rompió con el estratega, que se ha convertido en un ícono de la pobreza de nuestro fútbol. Esto es una pena, porque ambos forman parte de este lustro tan glorioso para un club que no estaba acostumbrado a la grandeza. Los dos pasaron a la historia del fútbol de Quito y deberían entender que un discurso unido y mesurado es mejor que disparar rencores delante de los micrófonos. Hasta entonces, ojalá que Insúa pueda dormir amparado por algo más que las estrellas.