Jóvenes futbolistas practican en una cancha del barrio de Alexander Dominguez en Tachina. foto: Paul Rivas/ EL COMERCIO
Eloy Alfaro es un barrio ubicado a tres cuadras del muelle de la isla Limones, cabecera del cantón esmeraldeño también llamado Eloy Alfaro. En el lugar hay viviendas de cemento a medio construir. Hay también una casa de dos pisos de paredes deterioradas y con dibujos de Pinocho.
Hace 20 años, la vivienda era de caña guadúa y ahí vivían Milton Bolaños, Leila Reasco y sus cinco hijos, entre ellos los más pequeños Miller, entonces de 6 años, y Álex, de 11.
Afuera del hogar, Milton solía jugar con sus hijos con pelotas de trapo. Marilín Ortiz, una mujer de 42 años, vecina de los Bolaños, se divertía observando al padre y a sus herederos. “Todo era felicidad”, cuenta. Eso hasta que los esposos se separaron y doña Leila se llevó a sus hijos a San Lorenzo, donde ellos dieron sus primeros pasos en el fútbol.
Álex y Miller nunca más volvieron a Limones, pero cuando ellos juegan en sus equipos hay fiesta en la parroquia. Los moradores se reúnen para verlos por televisión, más aún cuando juegan por la Tricolor.
El barrio donde crecieron Miller y Álex Bolaños en Esmeraldas. Foto: Paúl Rivas / EL COMERCIO
A 10 cuadras del barrio está el estadio Quiñónez Cuero, donde compiten equipos de la Segunda Categoría. Las paredes que rodean el escenario están cubiertas de hierba, árboles, balsas abandonadas. Para llegar hay que atravesar una calle de tierra llena de piedras, charcos, hojas y desperdicios.
Afuera del estadio, pequeños corretean descalzos, como lo
hacía hace 20 años Miller, delantero de la Tri, cuyo pase se cotiza en USD 10 millones, y quien hoy juega ante la poderosa Selección de Uruguay.
Al frente del escenario vive Otón Bolaños, tío de Miller. El hombre de 56 años apenas recuerda a su sobrino, pero dice que él nació con los genes futboleros de su papá Milton.
Por el lugar también transita ‘Silva’, quien hace ‘fletes’ en su moto. Él dice que entiende el porqué el jugador nunca volvió. “Acá solo se puede vivir algo de la pesca”.
De la isla se puede salir vía marítima. Para ello hay que tomar una lancha que se dirige a los muelles de las parroquias La Tola, Borbón o al malecón del cantón San Lorenzo, en recorridos que duran una y dos horas. Así lo hizo Marilín Ortiz, hace dos semanas, para trasladarse a Guayaquil. Ahí visitó a Miller, tras una práctica de Emelec. “Me reconoció. Es un buen muchacho”, contó la mujer.
Erazo jugaba en la cancha de la ‘Nueve’
En las calles de Parada Nueve -barrio del cantón Esmeraldas- se escucha salsa, reggaetón y bachata a alto volumen, los fines de semana. Desde altoparlantes, ubicados en las ventanas o en las aceras, salen melodías entonadas por jóvenes que usan gafas, cadenas y pantalones anchos, como el reggaetonero Nicky Jam.
Ahí se baila al ritmo de esas melodías, mientras los más grandes juegan barajas o solo conversan. Otros prefieren quedarse en sus casas para ver partidos de fútbol por la tele, como Nemesio Francisco Viveros, tío de Frickson Erazo.
Hace 10 años, Nemesio y Frickson ‘peloteaban’ en una cancha de cemento que aún existe en el sector. Ahí, Frickson armaba equipos con sus amigos, para competir en torneos del barrio.
Ante la falta de dinero, pedía prestados USD 5 a su tío Maximiliano Erazo. “El pelado era bueno y ganaba. Luego me devolvía el dinero y se quedaba con su ganancia”, recuerda su familiar, quien vive en la casa en la que el seleccionado nació y pasó hasta los 17 años. Luego, el defensa se marchó a Quito y se convirtió en profesional.
En la ‘Nueve’, como también es conocido el barrio, el ambiente mejoró en los últimos 10 años. César López, suegro de Erazo, cuenta que hace una década las pandillas se enfrentaban en las calles. Pero Frickson, dice su abuelita Felisa Boya García, siempre fue un “chico correcto”. Él fue presidente del consejo estudiantil del Colegio Anexo de Esmeraldas, y se mantenía alejado de los enfrentamientos.
En esa época, el ahora seleccionado conoció a Paola López, quien se convirtió en su esposa. “Cuando vino a pedir la mano de mi hija, solo me tocó aceptar”, dice César López, y suelta una carcajada afuera de su vivienda que, en un mes, será de dos pisos y más amplia.
En el sector, también se remodelan otras viviendas. Con todo, Viveros dice que aún faltan más obras para mejorar el barrio. Él vive con Felisa Boya. Ambos reciben al seleccionado en vacaciones.La abuelita le prepara pescado frito y chocolate criollo a su “niño”.
Quiñónez ‘peloteaba’ en Barrio Lindo
En Barrio Lindo, ubicado al oeste de la ciudad Esmeraldas, a Pedro Quiñónez le conocen como ‘Chibolito’. ¿La razón? Cuando el seleccionado jugaba en el sector, hacía muchas gambetas, sufría faltas y caía al piso. “Entonces, le salían chibolos en la frente”, cuentan sus primos Andrés Caicedo, de 33 años, y David, de 23.
Al recordar esas épocas, ambos ríen estrepitosamente. “Pedro aún tiene esos chibolos”, dice Andrés.
Ellos aún viven en el barrio. Para llegar al lugar hay que trepar una cuesta empinada con varias curvas desde el estadio Folke Anderson. El ascenso dura 10 minutos.
Al llegar solo basta preguntar por la casa donde se crío ‘Pedrito’ y todos apuntan a una vivienda esquinera de tres pisos, en la que reside Lola Vallejos, abuela del seleccionado. Desde esa edificación se puede observar todo el centro, sur y norte de la ciudad Esmeraldas.
Las calles del lugar se asfaltaron hace cinco años, por gestión de los propios moradores, dice doña Lola. Ella se encargó del cuidado de ‘Pedrito’ en su niñez mientras Ángela Rodríguez –su madre– se iba a trabajar.
Tachina vio las atajadas de ‘Dida’
La casa en la que Alexander Domínguez pasó sus primeros años desapareció. Ahora, en ese sector hay árboles de mango y una extensa vegetación.
El lugar está ubicado en la entrada a Tachina, parroquia del cantón Esmeraldas. A un costado de ese sitio hay una cancha de tierra donde centenares de jóvenes juegan torneos barriales, todos los fines de semana.
‘Dida’ Domínguez recorrió ese terreno–antes no era cancha- en sus primeros años de infancia. Los moradores del lugar no recuerdan las fechas exactas hasta cuándo el seleccionado permaneció en el lugar. Algunos, como Alcides Montaño, presidente del gobierno parroquial de Tachina, lo veían transitar sin preocupaciones por el lugar.
Su madre, Gloria Carabalí, se dedicaba a lavar ropa, dice Montaño. Con eso subsistían en la parroquia hasta que emigraron a Guayaquil. Pero Domínguez volvió a Esmeraldas, a sus 16 años. En el centro de esa ciudad, en el Hotel Roma, lavó platos y tendió camas. Eso hasta que a los 18 años se fue a Quito para jugar en Liga y con el tiempo se convirtió en el número
1 del arco de la Tricolor.
Ayoví inspiró a los vecinos de Parada Nueve
Cuando Walter Ayoví correteaba con el balón por las calles del barrio Nueva Esperanza, también conocido como Parada Nueve -en Esmeraldas-, los jóvenes se enfrentaban “a balazo limpio”. Lo recuerdan los moradores del barrio en el que el seleccionado pasó sus años de infancia y juventud, antes de emigrar a Guayaquil.
Pero el esmeraldeño nunca se involucró con los ‘pandilleros’ y se dedicó al fútbol. A los 15 años dejó el barrio para viajar a Guayaquil a jugar en el Rocafuerte. Ahora, él es el capitán de la Tricolor.
Su progreso inspiró a los moradores y a sus familiares, quienes aún residen en el lugar. Bryan Bennet, de 16 años, es uno de ellos. Es sobrino del tricolor y guarda con aprecio la camiseta número 10 que su tío le envió desde Quito. La utilizó en el último juego de Ecuador ante Bolivia.
Paola Ayoví, hermana del ‘10’ también vive en el barrio.
En Aire Libre, Paredes volaba con el balón
A Juan Carlos Paredes, los moradores de Aire Libre -barrio ubicado al sur de Esmeraldas- lo veían siempre corriendo con una pelota bajo el brazo.
En la plazoleta y en las calles del sector, ahora asfaltadas, la ‘Hormiga’ dio sus primeros pasos en el fútbol. Ahí, ya daba muestras de su rapidez y ‘volaba’ con el balón en los partidos.
Le gustaba jugar como delantero porque podía acercarse al arco para marcar goles, una característica que mantiene hasta ahora.
Paredes jugaba en las calles de Aire Libre hasta la medianoche, cuentan los vecinos. Ellos lo vieron hasta cuando él cumplió 17 años (en el 2005) y emigró a Guayaquil para ser jugador profesional.
Ahora, en esa casa de dos pisos, viven otras personas.
Su madre, Carlina Reasco, se desplazó al barrio La Tolita, vía al cantón Atacames. Ahí, construye la nueva vivienda con el dinero que su hijo le envía desde Inglaterra. La progenitora del esmeraldeño es su inspiración para seguir en el fútbol.