Salvador Cabañas, exseleccionado de Paraguay. Foto: David Paredes/ EL COMERCIO
Entrevista a Salvador Cabañas, exseleccionado de Paraguay
¿Cómo vive esta nueva etapa de formador de jóvenes futbolistas?
Entrenar a los chicos es más fácil. A ellos solo hay que decirles cómo se deben guiar en su vida. Les hablo mucho de la importancia de la buena alimentación que deben procurar y de sus estudios. Esto es algo fundamental en la vida de un deportista: no solo se trata de entrenarse sino también de prepararse. Me pone muy contento trabajar con ellos ahora.
Pero, en la mayoría de los casos, la prioridad de los jóvenes es el fútbol y no los estudios. ¿Cómo trata este tema con ellos?
Con los integrantes del cuerpo técnico que trabajo siempre hablamos de esto. Sabemos que hay que hacer de todo: entrenarse, estudiar y, si es que hay una oportunidad, incluso trabajar. Pero lo más importante es el entrenamiento y el estudio.
¿Se preocupaba de estos temas cuando estaba en
la élite del fútbol?
Cuando uno juega, está solo inmiscuido en el fútbol. Pero la vida del jugador es rápida, el futbolista vive en una burbuja. Es así. Cuando uno ya está en el retiro, se da cuenta de estas cosas. Cuando uno está activo no piensa en esto.
Entonces, ¿cómo debe actuar el jugador cuando deja su profesión o se queda sin ella abruptamente, como ocurrió en su caso?
A los deportistas retirados solo hay que decirles que se pongan las pilas. Siempre hay una oportunidad más en el deporte y no solo en el fútbol. Hay otros deportes en los que se puede ayudar a grupos. En mi caso, doy charlas a jóvenes y mayores.
¿El dinero que se mueve en el fútbol llega a ‘marear’ al jugador?
En mi caso nunca me mareó el dinero ni lo hará en el futuro. Sé cómo se debe manejar la fama. Ahora, me siento feliz de esta nueva etapa enseñando a los jóvenes. Siempre me he llevado bien con el deporte.
¿Usted ya se retiró definitivamente del fútbol?
Ya no tengo tiempo de ir a jugar con amigos. El trabajo no me lo permite. Estoy en otra época ahora. También veo poco fútbol en la televisión. No me gusta mirar los partidos, porque me dan muchas ganas de volver a jugar.
Pero, ¿lo extraña?
Extraño todo: tomar el balón, festejar los goles, disfrutar con la hinchada. Pero, bueno, eso ya pasó. Ahora trato de enfocarme en los jóvenes para que se conviertan en grandes deportistas.
¿Tiene contacto con sus excompañeros?
Cada vez que hay convocatorias de la Selección paraguaya voy donde ellos. Converso y me entreno con ellos. Si hay un triunfo, la alegría es muy grande. También, siempre me visitan en mi casa en Paraguay. Cuando hay convocatorias pasan a verme.
¿Perdonó a las personas que atentaron contra su vida?
Siempre lo dije: los he perdonado. Por algo, estoy bien ahora. Jesús me dio otra oportunidad en la vida. No tengo ningún problema en decir esto mil veces si me lo preguntan.
¿El convivir con una bala alojada en el cerebro conlleva algún peligro?
Estoy bien ahora. Estoy fuera de peligro. El tener una bala en el cerebro es algo que ya forma parte de mi vida diaria y lo llevo conmigo.
Tras el atentado que sufrió cuando le dispararon, sus hijos dejaron de vivir con usted. ¿Tiene contacto con ellos?
Tengo tatuado el nombre de mis hijos en mi cuerpo: el de Santiago, que nació en Chile, y el de Mía, quien es mexicana. Ellos viven en Paraguay y siempre que puedo los veo tranquilamente. Después de los entrenamientos, en mi trabajo, acudo a verlos. Mi hijo practica fútbol y mi hija, tenis. Es un deporte sano. Quiero que sigan así.
¿Es cierto que usted trabajó en una panadería en los últimos años?
La panadería todavía la tengo. Es algo que construí para mis padres. Pero yo nunca trabajé ahí. Eso no pasó.
Finalmente, ¿cuál es su reflexión sobre selecciones como Paraguay y Ecuador que no lograron ir al Mundial 2018?
Pasaron muchas cosas en Paraguay. Hubo algunos cambios durante las eliminatorias. Pero las selecciones sudamericanas siempre tendrán peso. Cuando van a los Mundiales, son las más temidas.
Nació el 5 de agosto de 1980, en Paraguay.
Jugó en clubes como el América de México y participó con Paraguay en el Mundial 2006.
En el 2010 le dispararon en un bar. Los médicos decidieron no sacarle una bala del cerebro para que siguiera con vida.