Mientras más llenas de trofeos internacionales se ven las vitrinas del Recampeón, más vacías lucen las vitrinas del Ídolo. Mientras el Recampeón abre espacio en sus estanterías y las adorna con luces, el Ídolo limpia de sus muebles las telarañas acumuladas por la espera de trofeos que no llegaron.
Mientras más hinchas se toman fotos junto a los trofeos del Recampeón, más fanáticos del Ídolo contemplan con nostalgia los afiches amarillentos de los planteles que casi lo lograron. Son fotos de sueños casi cumplidos.
Mientras más estrellas doradas se bordan en las camisetas del Recampeón, más pequeñas lucen las estrellas del Ídolo, que son muchas pero lejanas, como recuerdo de buenos tiempos que parece no volverán.
Mientras más sólida se muestra la estructura administrativa del Recampeón, más caótica e ingobernable se muestra la del Ídolo.
Mientras más se aplaude la gestión de los directivos del Recampeón, más hinchas del Ídolo se llenan de dolor e indignación por los dirigentes que convirtieron al equipo más poderoso del país en uno más.
Mientras más se reconoce a Ecuador en el exterior gracias a los partidos del Recampeón, más se olvida en el ámbito internacional el nombre del Ídolo. Y ese es el peor castigo: el olvido.