Ely Esterilla, de Barcelona, enfrenta la marca de los jugadores del Quito, Richard Calderón (izq.) y Michel Castro (16). Foto: Enrique Pesantes/EL COMERCIO
A inicio de año, Deportivo Quito era un candidato al descenso. Sus problemas económicos, sus deudas con la FIFA, los líos dirigenciales… lo tenían al borde del desahucio. Pero entonces, el presidente de la institución, Joselito Cobo, decidió confiar la conducción de la nave a un técnico desconocido en el medio como Tabaré Silva.
La apuesta dio resultado. El Quito es un equipo de autor, un colectivo que funciona a la perfección y que este 5 de abril se plantó en Guayaquil para vencer a un rival con una mejor actualidad, con una plantilla llena de linaje y ampliamente favorita como la del Barcelona.
Mientras los toreros esperaban la inspiración de artistas como el mediático volante uruguayo Brahian Alemán, el Quito confía en las posibilidades de chicos como Juan Rojas y Richard Calderón, dos talentos que tienen prendido el turbo y que en el mano a mano son insuperables.
A la velocidad y frescura de sus dos talentos -que llegaron esta temporada al equipo luego de pasar una prueba junto a otros 250 jugadores- el Quito cuenta este año con el renacer de Franklin Salas, quien en sus últimos años como futbolista ha decidido darlo todo y hacer las fintas y gambetas que tantas alegrías dieron a los hinchas de la Liga, allá por el lejano 2003.
Juan Rojas admira a Salas y lo admite públicamente. El ‘Mago’ le ha dado un curso intensivo de engaño a los rivales, lo cual quedó claro en el primer tanto del Quito anotado por el uruguayo Claudio Rivero a los 8 minutos. Rojas recibió el balón de espaldas y cuando la lógica indicaba que iba a moverse hacia la izquierda, él giró a la derecha, generando un espacio para avanzar y colocar el centro para el gol de Rivero.
El fútbol es la magia de engañar a los rivales. Y también de saber golpear al adversario. Ese gol tempranero definió la suerte del partido. El Quito se concentró en esperar a un rival que tuvo que adelantar sus líneas y buscar aceleradamente el empate, dejando amplios espacios para el contraataque.
Rojas siguió siendo una pesadilla para los toreros. El atacante se cambió de la banda derecha, a la izquierda, para desequilibrar a la defensa local. Una de sus jugadas terminó en otro tiro de esquina, que terminó en el golazo de Ronnal Campos. El choteño estiró su cuerpo y cabeceó un balón inalcanzable para el golero Máximo Banguera, vestido con un chillón uniforme naranja para este partido.
El DT de la AKD, Tabaré Silva, estaba eufórico de alegría. El uruguayo abrazó a su asistente luego del segundo gol. Eso porque los tantos llegaron de pelota detenida, un recurso que entrenó con énfasis durante la semana.
Los amarillos también tuvieron aproximaciones de peligro. El argentino Ismael Blanco y el juvenil Carlos Olivero tuvieron poca puntería frente al arco de Nelson Ramos; ambos fallaron en sus intentos y sus cabezazos se estrellaron en los verticales.
Al inicio del complemento llegó el descuento de los locales, a través de José Luis Perlaza. El zaguero aprovechó un centro de Brahian Alemán y marcó con un potente remate de cabeza.
Rubén Israel buscó sumar hombres en ofensiva para igualar. Por eso le dio paso a Álex Colón y Marlón de Jesús. El DT les pidió que presionaran en tres cuartos de cancha, pero el resultado no varió.
Barcelona no perdía desde el 8 de marzo, cuando cayó con Emelec. Le ganó al Cuenca, Mushuc Runa, Católica y Aucas en el torneo local y al Nacional por la Copa, antes de caer con la ‘AKD’.