Gustavo Quinteros fracasó en la Selección. Eso es incuestionable. Nadie lo duda porque hizo y deshizo en esa función, que cumplió sin control.
Pero sobre todo le quitó a la Tri esa característica de poder que representaba la localía de Quito, del estadio Atahualpa, donde las selecciones rivales sufrían, asfixiadas por nuestros futbolistas.
Y lo peor es que alimentó con sus excusas el tema del debate de la altura de la capital, sin asumir las torpezas que cometió, mientras dirigió. Además, reabrió ese innecesario y absurdo debate regionalista entre serranos y costeños, que parecía que estaba superado. Los puso frente a frente, en distintos escenarios, creyendo que así se impondría para mantenerse en el cargo.
Pero, sobre todo, deterioró esa energía de unión, que emanaba la Selección en todos los rincones del país.
El fracaso también debe endilgarse a la Federación Ecuatoriana de Fútbol (FEF) y a los directivos de clubes que, en su momento, apelaron al silencio en lugar de rescindir su contrato cuando se difundió un audio con la voz del técnico. Él llegó a decir que no nos merecemos ir al Mundial.
Quinteros debe irse y no aferrarse al puesto. La Federación cometió un error al contratarlo con un salario millonario, en donde se incluyen sus asistentes. La salida del DT es ineludible. Pero es urgente volver a revisar los procedimientos en la Tricolor y la estructura del fútbol del país.