María Paz Guerrero se entrena en la pista del patinódromo de Totoracocha, en Cuenca. Foto: Manuel Quizhpe / EL COMERCIO
Por falta de dinero para adquirir un par de patines profesionales, María Paz Guerrero se alejó temporalmente del patinaje de carreras. Se dedicó al atletismo, pero su pasión por el deporte extremo hizo que volviera al patinódromo.
Como atleta compitió durante un año en las pruebas de vallas, 600 metros planos, saltos largo y alto, alcanzando medallas a escala provincial. A su corta edad también ha practicado ciclismo y natación.
Sus progenitores: Diego Guerrero y Patricia Toral se esforzaron para comprarle los patines exigidos. Con el equipo apropiado se preparó en los dos últimos años y la semana pasada sumó cuatro medallas de oro, una de plata y una de bronce en el Panamericano de Clubes y Naciones, realizado en Monterrey, México.
La patinadora de 11 años recuerda que su tía, Gabriela Toral, fue quien le obsequió los primeros patines. Por eso pidió a sus padres que lo inscribieran en la colonia vacacional de la Federación Deportiva del Azuay. Allí se destacó y uno de los entrenadores sugirió a sus padres que compraran patines acordes con su nivel.
Diego Guerrero comenta que por los altos costos de los patines se buscó otros deportes, pero “no se puede forzar algo que no le gusta y conociendo de su capacidad como patinadora”. Él define a su hija como perseverante y disciplinada, factores fundamentales para sus éxitos deportivos y sus buenas notas como estudiante.
El equipo de patinaje que usa María Paz cuesta USD 1 000, entre botas, ruedas y chasís. Por eso, agradece a sus padres por el esfuerzo económico que hacen. Y no es solo ella, su hermana menor, María Gracia (11 años), practica patinaje artístico. Su otra hermana se llama María Celeste (3 años).
La múltiple medallista panamericana llega antes de las 18:00 al patinódromo de Totoracocha, en Cuenca. Lo hace en compañía de María Gracia, quien se entrena las 18:00. María Paz, en cambio, entra a la pista a las 19:00. No pierde el tiempo, hasta esa hora estudia o hace algunas tareas en la zona de los graderíos.
Antes de llegar al escenario, confiesa, hace las tareas más complicadas en su hogar, incluso después del entrenamiento regresa para terminar algunos deberes. “Me considero una buena estudiante y por eso mis padres me apoyan”.
Pese a su edad, tiene claro su futuro. “Me gusta las matemáticas y por eso quisiera seguir arquitectura”. Sin embargo, cuando sea profesional no quiere alejarse del deporte porque su deseo es ser adiestradora de patinaje.
María Paz Guerrero se entrena en la pista del patinódromo de Totoracocha, en Cuenca. Foto: Manuel Quizhpe / EL COMERCIO
Su actual entrenadora, Silvia Vélez, asegura que las pruebas de fondo son sus fortalezas. Además, sus capacidades física y estratégica sirven para superar a sus rivales a escala nacional. Ella sabe cómo salirse del grupo y cuándo atacar durante la competencia. Su obediencia a las estrategias es fundamental.
La extrovertida patinadora anhela emular los éxitos mundiales de sus compatriotas Jorge Bolaños y David Sarmiento. “Uno de mis mayores sueños es ser campeona olímpica”. Desde hace dos años es campeona en su categoría: Infantil A. El 2019 se estrenará en la división de mejores: 13-14 años.
La adiestradora cuencana asegura que, entre los principales retos del 2019 están un Panamericano en Perú y los Juegos Nacionales de Menores, así como las válidas nacionales. Vélez quedó a cargo de María Paz en julio pasado, tras el viaje a los Estados Unidos de los hermanos Hernán y Augusto Martínez. Ellos son los formadores de la campeona panamericana.