Pablo Vargas, triatleta con 'limitación visual', coronó el volcán Cotopaxi

Xavier Gómez (I) y Pablo Vargas con una bicicleta tándem en los pies del volcán Cotopaxi. Foto: Captura de pantalla Instagram @pabloironmanec

Xavier Gómez (I) y Pablo Vargas con una bicicleta tándem en los pies del volcán Cotopaxi. Foto: Captura de pantalla Instagram @pabloironmanec

Pablo Vargas nació en El Corazón, cantón Pangua (Cotopaxi), en 1986. Desde pequeño creció admirando al volcán Cotopaxi, añorando algún día llegar a su cúspide. Ese día se cumplió el sábado 23 de noviembre del 2019, después de 33 años. Este hito tiene una particularidad: él lo hizo sin poder ver.

En 2013 la vida de este hombre cambió para siempre. El doctor le confirmó que su vista se había perdido completamente, producto de una serie de asaltos y secuestros exprés.

Desde entonces, Pablo trataba de buscar algún sentido a su vida hasta que finalmente lo encontró en el deporte. Ahora, él es un asiduo participante de triatlones (deporte que exige nadar, correr y ciclear) dentro y fuera del país.
La mayoría de estas competencias las ha llevado a cabo en compañía de Xavier Gómez, quien es su mejor amigo desde los cinco años cuando crecieron y jugaron juntos en El Corazón.

Xavier Gómez (I) y Pablo Vargas con una bicicleta tándem en los pies del volcán Cotopaxi. Foto: Captura de pantalla Instagram @pabloironmanec

Aunque el deportista con discapacidad visual había logrado destacar en los triatlones, incluso en los de distancia Ironman 70.3 (113 Km), coronar la cima del Cotopaxi le seguía siendo una tarea pendiente. 

“Siempre quise escalar, incluso desde que podía ver, hice de todo pero me faltaba escalar el Cotopaxi”, relata Vargas, emocionado por su logro. 

Él ya había escalado montañas más pequeñas. Su método era apoyar su mano en el hombro de un guía para saber dónde tenía que pisar. Pero para este nuevo reto eso cambiaría.

El sábado 23 de noviembre el Cotopaxi los recibió con una temperatura de -15°C. bajo 0. La modalidad para escalar fue de la siguiente forma: una cuerda iba sujetada a la cintura de tres personas. Adelante iba el experimentado guía Julio Mesías, en la mitad Pablo, y detrás Gómez. A pesar de esto, el trayecto no era nada fácil para una persona no vidente.

“Cuando yo subo otras montañas me guío por el hombro de otra persona, voy pegado y siento el movimiento. En el Cotopaxi lo dificultoso fue que yo
tenía que guiarme por una cuerda que estaba a unos metros de distancia y esa cuerda no indicaba el movimiento del guía”.

Pablo Vargas junto a su perro Max en el parque de La Mujer. Foto: Juan Pinchao para EL COMERCIO

El camino estuvo lleno de dificultades. Cuando transcurría media hora de trayecto una piedra cayó en su muslo. El golpe le produjo un fuerte dolor y en ese momento sintió el temor de abandonar el ascenso. “Pero con la adrenalina que tenía mi cuerpo, dije sí puedo, sigamos”.

A las dos horas de caminata una tormenta comenzó a arreciar el trayecto impidiéndoles ver a Xavier y Julio. A pesar de que Pablo llevaba gafas, la gélida ventisca golpeaba con fuerza su rostro. “Todo se puso muy difícil porque toda la nieve te llegaba a la cara”, recuerda Vargas.

En la mitad del trayecto se encontraron con su segunda grieta —80 cm. de abertura y 10 m. de profundidad aproximadamente—. Para una persona que no padece una limitación visual pasar una grieta puede resultar más sencillo. Pero para quien no puede ver, el paso debe ser milimétrico.

Julio Mesías dio el primer salto. Cuando fue el turno de Pablo, el cálculo no fue preciso y él quedó colgando en la abertura gracias a que la cuerda que le orientaba iba sujeta al guía y a su mejor amigo. Julio le dijo: “Pablito confía en nosotros, no te desesperes que de aquí salimos”. Bastaron esas palabras para que el triatleta vuelva a retomar la tranquilidad. Después de 45 minutos superaron ese obstáculo.

Mientras más se acercaban a la meta, la nieve se volvía resbalosa e inaccesible; él trastabillaba una y otra vez pero siempre se ponía de pie.

Pablo Vargas junto a su guía Julio Mesías en el volcán Cotopaxi el 23 de noviembre del 2019. Foto: Captura de pantalla  Instagram @pabloironmanec

Cuando faltaban 10 m. para lograr su sueño Pablo escuchó una voz que le alentaba desde la cumbre: “Ya llega, ya llega, ya llega”. Era Iván Vallejo, el primer ecuatoriano que subió a la cima del Everest, la montaña más grande del planeta.  Con esa motivación, el deportista no vidente llegó a la cumbre saltando y gritando como un niño en un colchón. Todos quienes le esperaban en la cima lo abrazaban y felicitaban.

Iván le apartó por un momento del grupo. Le preguntó si quería que le cuente todo lo que se podía ver desde la cima del Cotopaxi, a lo que él accedió encantado. Cuando Iván comenzó a hablar su voz se quebraba por momentos. “Qué afortunado que soy de conocer a este ser humano y contarle lo que estoy mirando”, pensó el andinista.

Rotando en 360°, Pablo iba escuchando lo que el legendario andinista tricolor le contaba: “aquí al fondo tenemos el cráter, por allá tenemos el Tungurahua, ahí está el Ilinisa norte, el Pasochoa, por acá está Quito, al frente el Chincholagua…”. 

Cuando el relato terminó, Pablo no pudo contenerse y se soltó en llanto. Iván Vallejo hizo lo mismo y ambos se abrazaron en una imagen enternecedora, que se puede observar en redes sociales. 

Ahora, Pablo Vargas se está preparando para clasificar al Mundial de Ironman 70.3 de Nueva Zelanda en 2020.  Él espera realizar varios triatlones y lograr un cupo. Esta competencia no tiene una modalidad específica para personas con alguna limitación física, por lo que el triatleta deberá competir de igual a igual con otros deportistas. 

Se debe recordar que Hernán Pichucho, también deportista con discapacidad visual, llegó a la cima del Cotopaxi en el 2014. En ese entonces lo acompañaron Byron Pozo y guías de montaña como Gustavo Viteri, entre otros. 

La superación puede más que la adversidad

En los años 2010-2011 Pablo Vargas sufrió cuatro asaltos: un robo y tres secuestros exprés. 

En el primer caso, el asaltante, furioso porque su víctima solo tenía USD 5, le propinó un golpe en su ojo derecho provocándole desprendimiento de retina.

De los tres secuestros exprés que sufrió, el segundo fue casi fatal. Según le contaron, sus captores le habían inducido escopolamina y posteriormente lo abandonaron en la vía a Tambillo (cantón Mejía, Pichincha), en donde por efecto del narcótico se encontraba deambulando aturdido por la carretera hasta que un vehículo lo embistió. Producto de ese accidente tuvo afectaciones en su colon, bazo y vejiga. Además, casi le amputan la pierna derecha, pero los doctores lograron salvarla incrustándole 16 tornillos.

Desde esa serie de infortuinos, Pablo comprendió que la discapacidad solo es mental. Por eso cuando de cumplir sus sueños se trata, no existe discapacidad que pueda impedírsela, porque él no la tiene. 

Iván Vallejo (I), Pablo Vargas, y Xavier Gómez en la cima del Cotopaxi el 23 de noviembre del 2019. Foto: Captura de pantalla Instagram @pabloironmanec

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