Elizabeth Bravo, triatleta ecuatoriana, durante un entrenamiento en Australia. Por la emergencia sanitaria y el cierre de las terminales aéreas no logró retornar a Ecuador. Fotos: Secretaría del Deporte
Una canoísta, triatleta y marchista cuentan sus experiencias de ser mamá y deportista. Ajustan sus calendarios para buscar los cupos a los Juegos Olímpicos de Tokio.
Su objetivo es mejorar su nivel competitivo.
Angie Avegno festejará hoy su primer Día de la Madre. “Ha sido una experiencia caóticamente hermosa. No cambiaría por nada los bonitos momentos que vivo junto a mi hijo, Ian”. Esa definición hace sobre su faceta de mamá, la medallista de oro mundial de canotaje.
Su pequeño ya tiene 8 meses y hoy es su compañero de entrenamiento. Angie, de 23 años, lo coloca en el andador y juntos permanecen en la habitación que adaptó, en su domicilio, como gimnasio para hacer sus entrenamientos de fortalecimiento muscular.
Se siente bendecida porque dice que Ian se ha acoplado a su trajín de gimnasio, entrenamientos y competencia. Antes de la cuarentena ya le acompañó a dos pruebas. “No sé qué pasa por su cabecita, pero siempre sonríe”. Por ello escogió el nombre de Ian, que significa ‘seguidor de Dios’.
Se emocionó cuando escuchó por primera vez la palabra mamá. “Al principio no se le entendía bien, pero hoy lo dice clarito”. Y cada día trata de devolver en él, el amor, ternura y protección que recibió de su madre, Verónica.
No tuvo un embarazo complicado y se entrenó hasta el séptimo mes. “Subí 10 kilos, que afortunadamente ya los bajé. Pero dos semanas después de la cesárea me levanté y volví a las prácticas”.
Antes del inicio de la cuarentena estaba lista para competir en el Preolímpico que tenía que realizarse este mes. “Ya habíamos igualado los tiempos que tenía antes de mi embarazo. Ahora no sabemos cuándo se realizarán los clasificatorios para Tokio”.
Elizabeth Bravo celebrará en Australia
Elizabeth Bravo festejará el Día de la Madre en la localidad de Mooloolaba, en Australia, donde se quedó varada por el cierre de aeropuertos debido a la propagación del coronavirus. Antes del festejo programó dos horas de ciclismo y cuatro kilómetros de natación, en su jornada de recuperación.
En Mooloolaba se encuentra con Francisco Tirado, su esposo y técnico, y con Juan Francisco, su hijo de cuatro años. Los tres llegaron a esa localidad el pasado 11 de marzo, en donde dos días después la triatleta terminó quinta en la primera válida de la Copa Mundo de Triatlón. Quisieron regresar a Ecuador y no pudieron por las restricciones.
Bravo agradece a Dios por haberle iluminado cuando decidió llevarlo a su hijo. “Nunca pensé que estaríamos dos meses fuera de casa, sin Juan Francisco hubiese sido angustioso”. Ahora, por primera vez, celebrará el Día de la Madre sin la presencia de su progenitora,
Ruth Íñiguez.
La seleccionada nacional insiste que la compañía de su esposo e hijo son vitales en estos momentos críticos y en un país extraño. En este día especial acordaron levantarse temprano, desayunar e ir a los entrenamientos. “Acá todo es costoso, por eso en la tarde probablemente saldremos simplemente a tomar un helado o un café”.
Bravo, en los otros años, antes de festejar el Día de la Madre, solía entrenar unas cuatro horas de ciclismo en las vías de Cuenca. Después recibía algún detalle de su esposo e hijo. Después iban a almorzar en la casa de su madre. Eso no sucederá ahora, el saludo será virtual, como lo hace todos los días desde Mooloolaba.
Johana Ordóñez hace tareas con sus hijas
Johana Ordóñez es una guerrera. Lo demuestra en cada jornada de entrenamiento y en su rol de mamá. “En cualquier punto del planeta donde me encuentre, me comunico diariamente con mis hijas y hacemos las tareas escolares”.
La azuaya, de 32 años, ganó la presea de oro en los 50 km marcha, en la Copa Mundo de China, donde fue sexta y logró el vicecampeonato por equipos.
“Los triunfos son para ellas, que comprenden que su mamá no está todo el tiempo a su lado. Que no asistió a la presentación de ballet en su escuela o que no estuvo en el Día de la Madre”.
Johana, por varios años, no estuvo con ellas una fecha como la de hoy, por competir en el exterior, pero ahora sí festejará con Samantha, de 9 años, y Tiffany, de 8. “Hoy tendremos tiempo para sentarnos en la mesa, mirarnos y escucharnos”.
Agradece el respaldo de su esposo, Henry, quien le ayuda, no solo en el hogar, también en los momentos de entrenamientos. “Me ayuda con la hidratación, cuida que no se roben las botellas de agua en el parque”. Además, hace de conductor, pues tras asistir a la escuela, Samantha va a clases de ballet, Tifanny a las de patinaje y Johana a su sesión de prácticas.
Por el confinamiento, Johana es quien se dirige los entrenamientos en casa y también se convierte en maestra para hacer las tareas escolares.
Johana inició su carrera deportiva en su adolescencia. Se retiró tras sus embarazos y luego tres años más, cuando migró a EE.UU. “Ya éramos cuatro, no había dinero y el atletismo requiere inversión”.
Retornó hace cuatro años y gracias a sus medallas en China y en Perú es parte del plan de alto rendimiento.