La exigente corrida de Adolfo mostró la dimensión de Castella con seis toros. Foto: EFE
La fiesta de los toros brilló por todo lo alto en el viejo coliseo romano de Nimes (sur de Francia) el fin de semana.
El número central de este ciclo de corridas matinales y vespertinas fue, sin duda, la presentación en solitario, como único espada, de la primera figura del toreo del país galo: Sebastián Castella.
Y Castella dio la talla de torero grande. No solamente por el hecho de haber apostado a matar seis toros de Adolfo Martín, un hierro de un encaste exigente y que pone a prueba a los más preparados, sino por haber superado la dura prueba con sobra de honores. Bien es verdad que las orejas cortadas no reflejaron lo acontecido y hay que decir, aunque parezca un lugar común, que la espada le arrebató varias orejas.
Si Castella supo completar el expediente con solvencia en el flojo primero, en el segundo de la tarde dio toda la dimensión de su toreo y del momento sensacional que atraviesa. Inteligente, valiente, templado, paciente, exprimió el temperamento de un toro que mostró en los primeros tercios tantos problemas que parecían irresolubles.
Una lidia atildada -excelentes las cuadrillas en toda la tarde- marcó el camino de una faena para el recuerdo y las dos orejas eran premio merecido que la falta de certeza con el descabello dejó en un solo trofeo pero con vuelta y ovación de gala.
El tercer toro no tenía nada, pero el francés, con cabeza proverbial, sacó agua del pozo seco y construyó una faena
larga, de aquellas regaladas para los buenos aficionados. Lo propio sucedió en el cuarto, cuyas hechuras -marca de la casa (Escudero Calvo por la vía de Victorino, Saltillo puro)- mostraban similar estampa que el tercero y, otra vez, el magisterio.
El quinto no estaba para lucimiento ninguno y ahí llego la sabia torería y la paciencia extrema para torear, despacio y en gigante dimensión. Oreja.
El sexto, feo de hechuras, puso a prueba lo conseguido todos estos años y una vez más mostró a un Castella en uno de los grandes momentos de su exquisita carrera profesional. Si Castella es gloria de Francia taurina, Juan Bautista mostró también en Nimes, como lo había hecho una semana atrás en la goyesca de Arles, su momento superior. Tres orejas y tres orejas y un rabo en las matinales de sábado y domingo dicen mucho, son números que no expresan lo sustancial: temple, clacisismo torería. El broche fue una gran corrida de Núñez del Cuvillo.
Alejandro Talavante, valiente e inspirado, cortó dos orejas al segundo. El mexicano Luis David Adame en su alternativa se llevó, con valor y entrega, una oreja por toro y avisa que está para cosas grandes y López Simón, con un gran lote, se quedó con solo una oreja.