Chaullabamba es un lugar que los motocrocistas lo consideran su segundo hogar. Allí, por las tardes, pasan decenas de horas recorriendo montículos y saltando en sus motos.
En esa pista de la parroquia cuencana se juntan más de 100 pilotos, cuatro veces por semana, a entrenarse. Allí se han formado campeones locales, nacionales e internacionales.El escenario está ubicado a 20 minutos del Centro Histórico de Cuenca. La mayoría arriba en vehículos por la antigua vía de la Panamericana Norte.
El primer esfuerzo de los motociclistas es bajar las pesadas motos de los baldes de las camionetas 4×4 (doble tracción), conducidas la mayoría de veces por sus padres. Ese es el caso de Juan Dávalos, quien acompaña a sus dos hijos: Juan Bernardo y José Antonio. Ese apoyo comenzó hace cinco años.
Ya equipados y con la moto lista, los corredores entran a la pista y empieza un ruido ensordecedor. Por las constantes lluvias de las últimas semanas, en unos sectores hay lodo y huellas de los neumáticos. Pero, en otras zonas, el polvo se levanta con el paso de las motos.
Juan Bernardo Dávalos, quien a los 8 años fue campeón mundial de bicicrós, hace lo que quiere con su moto. Desde la parte baja de los montículos de tierra se observa como si saliera de las nubes negras que amenazan lluvia. El piloto vuela con la motocicleta y maniobra la máquina a su antojo. Es todo un espectáculo.
Con 17 años de edad y cinco como competidor en los campeonatos oficiales, su objetivo es incursionar en el motociclismo profesional. Con esa idea viajará en junio próximo a Carolina del Sur, EE.UU., con el propósito de entrenarse por tres meses en una Academia de Motocrós de esa localidad.
Para concretar ese campamento se requiere inversión económica. Su progenitor, Juan Dávalos, calcula que para permanecer unos dos meses se necesita cerca de USD 8 000. Además, los pilotos de su jerarquía usan motos que cuestan entre USD 14 000 y 25 000. “Es caro, pero todo vale para que mi hijo llegue al profesionalismo”.
Juan Bernando es uno de los 200 motociclistas azuayos que compiten a escala provincial. Hace un mes ganó medalla de plata en la categoría MX2 en la primera válida del Nacional de Motocrós que se cumplió en Cuenca. Allí Azuay obtuvo 11 de los 14 títulos disputados.
El mejor de todos fue Andrés Benenaula, quien triunfó en las categorías MX1A y MX2A. El piloto de 23 años, en septiembre del 2013, se proclamó campeón latinoamericano en MX3 (fuerza libre). Él, desde hace tres años, se alista para llegar a las grandes ligas del profesionalismo.
Azuay, en la primera válida, demostró su poderío ante rivales de 13 provincias. Alcanzó medallas de oro, plata y bronce en seis categorías. Los campeones nacionales, aparte de Benenaula, son Nicolás Bueno, Andrés Faicán y Kail Delgado, en las divisiones ‘piwis’ B, 65 cc y 85 cm³ minicrós.
También están Tito Pauta, Fernando Alemán, Paúl González, Daniela Alemán, Andrea Astudillo y Nicolás Merchán. Son los mejores en las categorías open más de 30 años, ejecutivos más de 40 años, mecánica nacional, damas A y MX2 Júnior. La meta es mantener esa supremacía en la segunda válida del Nacional de Motocrós que se cumplirá del 31 de mayo al 1 de junio en la pista de Quito.
Benenaula es el espejo en donde se ven los pilotos azuayos. Carlos Narváez, por ejemplo, pretende mejorar sus éxitos. “Quiero ser mejor que él”.
Narváez está convencido que los pilotos pichinchanos y de otras provincias estarán a la espera de una revancha. Pero, a su criterio, el entrenamiento y el esfuerzo de los padres de familia permitirán que Azuay se mantenga como la principal potencia del motocrós del país en todas las categorías.
Con ese reto tampoco se descuidan las divisiones menores. Niños de 4 y 5 años corretean por las afueras de la pista hasta que los corredores de mayor cilindraje abandonen el espacio. Hasta tanto, juegan con trompos y lanzan piedras a los pozos con agua que se formaron en algunos sectores por las lluvias.