San Lorenzo, el líder, no promueve la belleza; su poder se centra en la experiencia, la regularidad y el equilibrio; los desafíos por venir. Foto: La Nación de Argentina / GDA
Si se despide, como se intuye, en diciembre próximo, su ausencia provocará un vacío existencial. Es que se necesitan tipos futboleros hasta en los sueños -y en las pesadillas- como el Patón Bauza. El conductor, campeón de la Copa Libertadores de San Lorenzo en 2014, por primera vez en su historia, y líder del torneo doméstico (10 triunfos, nadie ganó más; 8 goles en contra, nadie sufrió menos) reabrió un debate pendiente en el mundo doméstico: ¿qué es jugar bien?, ¿si hay que atacar o defender?, ¿si el atrevimiento está reñido con el cerrojo?
Lejos de polémicas, de violentos que mandan, de bufones que martirizan, de sabios y chantas, el Patón dirige a un equipo acostumbrado a las alturas, aquí y allá, con presupuestos menores a River, Boca o Racing y con intérpretes que no siempre son la respuesta individual a tanto requerimiento grupal. Se lo va a extrañar, si concreta sus deseos de dirigir un seleccionado .
San Lorenzo es un equipo aburrido, de pensamiento metódico. Y nadie lo supera, y nadie lo pasa por encima. Primero en el torneo de los grandes. Delante de Boca, Racing y River (con un partido menos). No arriesga como sus jóvenes colegas: Rodolfo Arruabarrena tiene 39 años, Diego Cocca cuenta 43 y Marcelo Gallardo suma 39. El Patón pertenece a otro tiempo, con 57 años. Y la experiencia es un valor mayúsculo, en tiempos de gambetas veloces y cabezas frescas.
“Jugar bien, en el fútbol, es lograr el equilibrio. Saber atacar y saber defender. Odio la manta corta, no existe para mí”, se ríe el Patón, con fundamento. Ese equilibrio, luego del fracaso en la última Libertadores, le abrió una pequeña herida que aún anda dando vueltas. En el plantel, entre los dirigentes, entre los hinchas. Más aún, en el paladar imparcial: San Lorenzo tiene sabor a poco. Es utilitario, mezquino. Goleadas, de vez en cuando, como aquél 5 a 0 sobre Bolívar o un 4 a 0 ante Estudiantes. Ese martirio lo sufrió en el Mundial de Clubes: cerca estuvo de trastabillar con el entusiasta Auckland City; conocer el arco de Real Madrid se pareció a una quimera. Murmullos, insultos, histeria propia y espontánea, que nace en la exigente platea norte del Nuevo Gasómetro.
“Yo les pido a los jugadores que no ataquen pero no me hacen caso”, se divierte el DT. “Sabemos que somos un equipo mezquino, que no atacamos, pero estamos en silencio ahí arriba”, insiste, como cuando defendía: con la pierna fuerte, de frente. Leal con su pensamiento.
Con equilibrio, está sobre todos. Con regularidad, es el líder del receso. Con optimismo, construyó una fortaleza que derriba mitos: apenas cayó al precipicio en la Libertadores, volvió a sentirse pleno en el torneo local. Mejor que Boca o Racing, sin un Gago o un Milito, por citar dos símbolos del talento.
Sus casi 20 años de diferencia (de vida, de sapiencia) con los otros DT, también los traslada al campo. El Ciclón es un equipo pensante, un conjunto tiempista: nada de vértigo. Los números aplastan: Torrico, el arquero, tiene 35. Caruzzo, 30, Cetto, 33 y Yepes, 39, entre los defensores; Mercier, 35, Ortigoza, 30, Romagnoli 34 y Barrientos, 30, entre los volantes; Matos suma 32 entre los atacantes.
La sabiduría de Bauza puede resultar una montaña de años puertas adentro a futuro: los chicos piden pista. Así lo entienden los dirigentes… y hasta los hinchas. La reserva también está primera, el plantel deberá encogerse y alguna oferta seria llegará. Tal vez no siga Sebastián Blanco. Nicolás Bertolo es la prioridad, aunque más influyente es el recorte y el pedido por los pibes que exigen desde el silencio. Otro desafío de aceptar para el equilibrado y experimentado Patón, el que promueve el fútbol de la cabeza. El líder que invita a pensar.