Con la tercera clasificación de Ecuador al Mundial, otra vez han aparecido aquellos que siempre repiten lo mismo: Luis Chiriboga es el mejor dirigente de la historia de nuestro pequeño y sufrido fútbol. Y, otra vez, hay que recordarles que en este país hay dirigentes que sí tienen títulos internacionales en sus vitrinas y que ir a un Mundial ya no es un logro excepcional desde que el 40% de los competidores puede acceder a la competición. Fallar en esas condiciones sería sumamente vergonzoso.
En todo caso, sin invalidar los méritos de los directivos que sí tiene esta puerta abierta a Brasil, es preciso señalar que estamos en el peor año de la historia de nuestro fútbol. Los estadios están, casi siempre, vacíos. Casi todos los clubes están en quiebra. Los jugadores, como acaba de pasar con Matías Oyola, esperan que acaben los partidos para quejarse ante la televisión de que no les pagan, que los dirigentes no contestan ni el teléfono, que alguien por Dios se haga cargo del pan y la leche.
Este también es el año en que la violencia avanzó tanto en el país que ya nos quitaron las banderas, los bombos y las matracas. ¿Qué sigue?, ¿que todos vayan con camisetas anaranjadas al estadio porque será un riesgo mortal ir con la camiseta de un equipo? Estamos mal, muy mal. Ojalá el mejor dirigente y sus palancas verde-flex que tanto festejaron la derrota en Chile nos salven de esta debacle.