Susana Garzón, María López y Eugenia Dávalos se constituyen en los soportes en las carreras de fútbol de Juan Francisco Aguinaga, César y Jefferson Villacís, Pedro y Abel Romo, en ese orden. Ellas revelan cómo se las ingeniaron para educarlos y conducirlos en esta profesión. Además, cómo aprendieron los secretos del fútbol. Se han desempeñado como cocineras, utileras, enfermeras y hasta entrenadoras.
María López, una madre con instinto de nutricionista
La alimentación y bienestar de sus hijos fue siempre la principal preocupación de María López, madre de Jefferson y César Villacís, jugadores de El Nacional. Desde que nacieron, hasta hoy, intenta proveerles de proteínas, carbohidratos y todas esas vitaminas que alguna vez le recomendó el pediatra de la familia.Junto a su esposo José, siempre soñó con ver jugar a sus hijos en el club criollo. Por eso, desde niños los nutría adecuadamente, para que en el futuro sus huesos “soporten un poco más los golpes” que da esa arriesgada profesión.El desayuno de sus hijos consistía en un vaso de jugo, huevos, frutas y un pedazo de pan. Pero Jefferson recibió, adicionalmente hasta los 5 años, dos biberones con leche. El primero lo tomaba a la hora del recreo en el jardín Rafael Alvarado y el segundo, antes de acostarse. Así lo recuerda López, de 57 años.La leche fue esencial en la dieta de Jefferson. Por eso, cuando se olvidaba de guardarla en su lonchera, su madre acudía al jardín para darle el biberón, a través de unas estrechas mallas.Esos cuidados de María potenciaron más las relaciones con sus hijos. Estos no salen de su casa sin pedirle la bendición.“Es una costumbre linda que tenemos. Antes de irnos a la concentración siempre pasamos por su casa”, dice Jefferson.Después de ello, López, usualmente, enciende el televisor o se prepara para ir a verlos jugar. Cuando se terminan los partidos, la familia se vuelve a reunir para compartir los alimentos que prepara López. Pero este fin de semana será la excepción. El campeonato de la Serie A se suspendió dos semanas y ahora César y Jefferson se comprometieron a cocinar para celebrar el Día de la Madre.Los Aguinaga heredaron los genes de su madre Aprendió a patear un balón de fútbol a los cinco años. Pero Susana Garzón, mamá de Marcelo (41 años), Álex (42), Fernando (36) y Juan Francisco Aguinaga (32), solo pudo pisar una cancha a los 11, cuando su padre falleció. Antes, tenía prohibido salir de su casa.Su padre era muy conservador. Por lo tanto, solo podía mostrar sus aptitudes deportivas a escondidas y frente a sus hermanos.Se desempeñaba como delantera y en los campeonatos escolares sus goles emocionaban al público, tal como lo hicieron los de Álex en la Selección Nacional de Fútbol, y ahora los de Juan Francisco en la Universidad Católica.Por eso , Garzón asegura que sus hijos heredaron sus genes. “Mis niños nacieron con ese don. Pateaban la pelota desde que tenían entre tres y cuatro años”. La mujer, de 61 años y cabello cano, recuerda que en los paseos familiares motivaba a sus hijos a jugar fútbol. En una cancha de tierra o en un potrero les enseñaba a patear el balón.“Lo primero que buscábamos cuando salíamos a pasear era un espacio grande para jugar. Nos divertíamos mucho”, dice Garzón.Garzón fue entrenadora de fútbol en la escuela que se puso su hijo Marcelo, hace seis años, convirtiendo su sueño en realidad.Después trabajó como niñera. Ahora, tras el pedido de Álex de que deje ese oficio, permanece en casa, cuidando de Juan Francisco, que se regresó a vivir con ella.Como hace 32 años, Garzón es quien le prepara los alimentos y le tiene la ropa limpia al menor de los Aguinaga. Pero hoy “estará de manos cruzadas”, esperando la invitación de alguno de sus hijos para que la lleva a cenar. Así lo dijo en esta entrevista. También estará atenta a la llamada de su hijo Álex.Eugenia Dávalos es la mimada de la familia Romo Amiga, niñera, enfermera, una excelente chef… Todo eso es Eugenia Dávalos para sus hijos Pedro y Abel Romo, jugadores de Liga y Deportivo Quito, en ese orden. La mujer, que exhibe una sonrisa cada vez que habla de sus “pequeños”, también hace de utilera. Ella es la encargada de mantener limpios los uniformes, zapatos y vendas de los dos futbolistas. Al inicio esa labor no fue sencilla, pero se ha ido acostumbrando y ahora solo se toma un par de minutos para tener todo en orden. También aprendió a hablar y jugar fútbol y hasta hacer parrilladas con los ‘tips’ que los jugadores gauchos le han dado a Pedro.Según contó Dávalos, de esa receta se valdrán sus hijos para festejarla en el Día de las Madres.“Todas esas cosas he aprendido con mis enanos. Al principio nada es sencillo, pero una se acopla a sus necesidades”, dice Dávalos.El único momento en el que se mortifica es cuando sus hijos son golpeados en un partido. Pero, pese al malestar que le causa observar esas imágenes, Dávalos jamás se pierde un partido. “Soy la hincha número uno. Pero eso sí, jamás veré un partido que les enfrente a ambos”, dice.