Los jugadores de Delfín celebran frente a la tribuna. Más alejado, Hernán Barcos. Eduardo Terán / EL COMERCIO
No hubo un momento del partido en que Liga haya controlado el juego. Es cierto, tuvo el balón por largos tramos, pero no supo qué hacer con él. Por ello, la victoria del Delfín, -la primera que logra el equipo manabita en la Casa Blanca en 20 años- es justa e inapelable.
“Nunca estuvimos cómodos en la cancha y tampoco fuimos capaces de ganar la segunda pelota”, decía un autocrítico técnico Gustavo Munúa, en la rueda de prensa posterior al partido. Y fue así. Liga terminó lanzando pelotazos al área rival para ver si Ronie Carrillo, el goleador de la Segunda categoría el año pasado o Hernán Barcos atinaban meter el balón en el arco de los visitantes.
En la ‘U’ reinó el desorden y la desgracia. Desgracia, porque apenas a los tres minutos, el técnico Munúa tuvo que hacer un cambio inesperado: el ingreso de Luis Cangá por Horacio Salaberry, quien se desgarró el fémur en su primer intento por ir a un balón. El uruguayo estará un mes fuera de las canchas.
La semana pasada, Rubén Olivera se lesionó y ahora le tocó la mala suerte a su compatriota Salaberry. Las malas noticias continuaban en la Casa Blanca, cuando los delanteros no encontraban espacios para someter a un Delfín bravío que llegó a la capital a proponer una telaraña defensiva.
El técnico Guillermo Sanguinetti pobló la retaguardia de camisetas azules. Era imposible para Liga conectar un cabezazo porque el venezolano Chancellor (1,98 metros) y el uruguayo Francisco Silva (1,80) hicieron bien sus tareas rechazando todo.
La de ayer no era una jornada pensada para un descalabro. Antes del juego y como todos los años, los hinchas azucenas se congregaron en estratégicos puntos de la ciudad para ir al estadio en la tradicional Megacaravana. Había carnaval y fiesta y la expectativa de ver al equipo y mucho más con el debut de Hernán Barcos, el delantero estrella de los albos, inscrito el pasado martes en la Ecuafútbol.
Pero, todo se fue al traste en el mismo primer tiempo. La Liga de Munúa es un equipo que necesita tener el balón y arrinconar a su rival hacia su campo, pero aún no tiene resueltos los mecanismos para saber qué hacer si es que el rival le quita el balón cuando está saliendo o cómo frenar los contraataques que puedan producirle los contrarios.
Ayer, Delfín mostró esas debilidades del juego albo. Cuando Liga pierde la balón está en problemas para frenar al adversario.
Tampoco tiene una banca que le pueda solucionar problemas: salió Salaberry y entró Cangá y el zaguero convirtió el autogol en el primer tanto de los ‘cetáceos’. Pero no solo eso. Al zaguero le costó frenar el ímpetu de Roberto ‘Tuca’ Ordóñéz, quien le ganó todos los mano a mano, con base a su poderío físico.
Fue el propio ‘Tuca’ quien inició la jugada del contragolpe que terminó en el tanto de Jacob Murillo. En aquella jugada, cuatro jugadores del Delfín se desplegaron con velocidad y aparecieron como posibles receptores del pase de Ordóñez. Este decidió cederle el balón a Murillo que aprovechó un espacio dejado por la zaga alba que por esos momentos retrocedía y definió fuerte en el arco de Daniel Viteri.
El segundo tiempo sobró. Liga no pudo desmontar la defensa de los visitantes, pese a poblar su ataque. Los albos siguen sin ganar en el torneo: un empate y una derrota marca este inicio gris de la ‘U’.