El fuerte de Karl Egloff no fue el fútbol y se dedicó al deporte extremo

En la foto, la rueda de prensa de Karl Egloff cuando rompió el record mundial de 'speedclimbing' en el Kilimanjaro. Foto: Archivo / EL COMERCIO

Karl Egloff estará por estos días, y durante las próximas dos semanas en las montañas más altas del país.
El ciclista y atleta es guía de un grupo de 15 turistas extranjeros que quieren recibir el año nuevo en Los Andes.
Ese trabajo de guianza en los nevados le sirve también como preparación para intentar romper un nuevo récord mundial.
Hijo de una ambateña y de un alpinista suizo, el andinista es el dueño del récord de ascenso en velocidad (speedclimbing) del Kilimanjaro, el más alto de África, con 5 895 metros.
Esa hazaña la consiguió en agosto, después de subir y bajar en 6 horas y 42 minutos.
Al superar esa marca su nombre empezó a trascender las fronteras patrias, donde ya era un reconocido ciclista y corredor, porque se adueñó del registro que impuso el plusmarquista Kilian Jornet en el 2010.
El español Jornet, también con medallas mundiales en esquí de montaña, es uno de los corredores más famosos en esta especialidad.
Tanto es así que impuso un nuevo registro en subir y bajar del Aconcagua, de 6 962 metros, la semana pasada.
Por coincidencia, el rubio corredor tricolor estará en la montaña más alta del continente en febrero e intentará mejorar las 12 horas y 49 minutos que alcanzó el catalán.
Será una empresa difícil, sobre todo porque el equipo de apoyo del ecuatoriano es al menos tres veces menor, en número, que el del español.
En febrero, Egloff pasará 11 días como guía de una expedición comercial en el Aconcagua. Luego, buscará el récord.
Es un viaje que tenía planificado desde hace dos años, cuando recién se le pasaba por la cabeza dedicarse de lleno al ascenso de velocidad, disciplina extrema en la que se requiere una capacidad fuera de serie de adaptación a la altitud.
El guía, que llevó a los 15 años a su primer grupo de turistas a la cima del Cotopaxi, se inmiscuyó en el ascenso de velocidad hace dos temporadas. Ocurrió casi de casualidad cuando en diciembre del 2012 su amigo Nicolás Miranda iba a romper su propio récord en el volcán andino de 5 897 metros.
Entonces Egloff, quien iba como parte del grupo de apoyo, fue más rápido e impuso 1 hora y 37 minutos, entre subir y bajar. Eso es una hora menos de lo que se demoran los mejores montañistas del país.
Entonces el deportista empezó a creer que podría destacarse en esta especialidad, a la que no llegó por casualidad.
Aparte de ser guía desde los 15 años, practicó otros deportes. Practicó fútbol y jugó en dos equipos suizos mientras estudiaba la universidad en ese país. Cuando regresó incluso se probó en el Deportivo Quito, aunque no persistió en ese empeño porque llegó a sentir discriminación. Él, de ojos claros, era el ‘bicho raro’ dentro del equipo de futbolistas.
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En el ciclismo empezó después de superar una lesión y como parte de la rehabilitación comenzó a pedalear.
Sobre la bicicleta representó al país en carreras en el extranjero y ganó casi todas las principales pruebas organizadas en el país. Una por la que es reconocido a escala local es el Chimborazo Extremo, en el que tiene siete títulos.
Su hazaña al romper el récord del Kilimanjaro lo colocó en la palestra de los deportes de aventura a escala internacional. Lo comprobó hace dos semanas, cuando viajó a Chile para competir en la Andes Infernal, una de las carreras más altas del mundo. En ese país se encontró con decenas de personas que lo reconocían y felicitaban por sus logros. En aquel desafío, de 51 km, Egloff llegó en el primer lugar.

En la Andes Infernal, de 51 km en Chile, donde llegó primero hace dos semanas. Cortesía Karl Egloff
Después de esas muestras de apoyo, el ecuatoriano cayó en cuenta que no corría solo por él y el país. Ahora siente que representa a Sudamérica en sus empeños deportivos.
Por esa razón buscará también auspicios internacionales para emprender el proyecto de subir e intentar romper los récords de velocidad de las montañas más altas de cada continente (Seven Summits).
Ese es un empeño a largo plazo, de al menos unos 5 años, y que incluirá el Everest, de 8 848 metros, el más alto del planeta.
De momento, el ecuatoriano de 33 años reconoce que no está en condiciones de emprender el desafío de probarse sin oxígeno y en un intento de velocidad, en el Everest. Sin embargo, confía en continuar mejorando su resistencia para medirse en ese y otros desafíos en las próximas temporadas.
Susana, su hermana mayor, confesó que el ‘chasqui’ de ojos claros siempre buscaba ser el mejor. “Así era desde niño. Era muy hábil y cualquier cosa buscaba hacerla bien”.
El corredor reconoce que le gusta enfrentarse a sus límites.
Para buscar récords se debe llegar al borde de las capacidades físicas, pero también de la voluntad, la persistencia...
Las personas que realizan deportes extremos reconocen que la ‘cabeza’ juega un papel fundamental. El montañista Iván Vallejo, el ecuatoriano que subió a los 14 ochomiles sin la ayuda de oxígeno suplementario, sostiene que la motivación y la convicción son tan importantes como la musculatura y la resistencia.
Egloff también lo cree y por eso busca motivaciones para intentar sus hazañas. Él corre porque le gusta, porque en la naturaleza se siente pleno y porque siente que representa a un país y a un continente.
Mientras todos sus desafíos llegan, el ecuatoriano que es capaz de correr como los chasquis, esos legendarios mensajeros incas, seguirá guiando a turistas en las montañas del mundo, pedaleando, corriendo y hasta jugando al fútbol porque de esa manera mejora su increíble resistencia.