Con un homenaje a su historia y cultura, un espectáculo lumínico y mucho frío, se inauguraron los Juegos Olímpicos de invierno de Sochi.
La apertura de los Juegos más caros de la historia (USD 50 000 millones de inversión en infraestructura) y polémica por la seguridad rindió honor a las tradiciones de Rusia.
Fue lo que se esperaba. Un viaje en el tiempo por todos los momentos gloriosos de la historia de Rusia acompañados por fuegos artificiales y nieve dentro del prominente estadio Fisht ante 40 000 espectadores, quienes asistieron al escenario a orillas del Mar Negro.
“Declaro inaugurados los XXII Juegos Olímpicos de Invierno“, dijo Vladimir Putin, presidente de Rusia, enfundado en un traje típico soviético.
Él fue escoltado en el palco por los numerosos líderes mundiales que al contrario que los dirigentes de Estados Unidos, Francia o Alemania sí aceptaron la invitación.
El relevo de la antorcha llegó a su fin después de 65 000 kilómetros de viaje. El fuego pasó por las manos de varias leyendas rusas del deporte: la tenista María Sharapova se lo cedió a la atleta Yelena Isinbayeva, esta se lo entregó al exluchador Alexander Karelin y el ‘gigantón’ lo dejó en manos de la exgimnasta Alina Kabaeva.
La llama encendió el pebetero finalmente con la ayuda de la expatinadora artística Irina Rodnina y del exjugador de hockey sobre hielo Vladislav Tretiak, ambos tres veces campeones olímpicos por la extinta Unión Soviética.
Con algunos asientos vacíos en el estadio y con muchos otros ocupados por propios voluntarios, una música electrónica rusa algo estridente dio paso a la ceremonia.
Con el termómetro rozando la temperatura de congelación del agua, nadie se desprendió de sus abrigos polares durante las dos horas y media de espectáculo. Este arrancó con una explicación del alfabeto cirílico entre humo y con luces apagadas. Siguió con unos prados flotantes entrando por uno de los fondos del estadio tras los primeros de muchos fuegos artificiales, un total de casi cinco toneladas de artefactos pirotécnicos.
Rusia mostró las cartas que se guardaba en la manga para sorprender al mundo tras unos últimos meses en el que las relaciones internacionales quedaron marcadas por la polémica ley antigay que rige en el país más grande del mundo.
Así, una bandera humana con los colores rojo, blanco y azul ondeó literalmente dentro del estadio antes del desfile de atletas.
Desde Grecia hasta Rusia, deportistas de 87 Comités Olímpicos Nacionales más los atletas de India, que competirán bajo bandera olímpica por una sanción del COI, recibieron un caluroso aplauso de la grada en algunos casos.
Otros se tuvieron que conformar con la algo repetitiva música “disco” y los saludos de los voluntarios. La apoteosis llegó con la entrada de la delegación rusa. Por un momento se olvidaron los 50 000 millones de dólares invertidos, la polémica ley antigay, los asientos vacíos en el Fisht o la amenaza terrorista que escaló un peldaño más con el supuesto intento de secuestro de un avión con destino a Sochi.
La música se paró un segundo, la gente se puso en pie y el estadio estalló en aplausos para recibir a la delegación que aspira a devolverle a Putin algo de oro en forma de medallas.
Los atletas rusos tomaron asiento con la canción Harder, better, faster, stronger (Más duro, mejor, más rápido y más fuerte) de Daft Punk, como si de un mensaje del Kremlin se tratara.
Unas 10 000 personas participaron en un show que costó cerca de USD 40 millones y que se llevó acabo en un estadio construido solo para las ceremonias de apertura y clausura. Los pocos asientos vacíos no empañaron la ceremonia.”Esta noche escribimos un nuevo capítulo en la historia olímpica. Son los primeros Olímpicos de la nueva Rusia”, proclamó Thomas Bach, titular del COI.