Jonathan Vera, de 19 años, se apoya en sus manos y se ayuda de sus pies para poder jugar su deporte favorito. Foto: Juan Carlos Pérez / EL COMERCIO
El escritor colombiano Gabriel García Marquez diría que “es la inspiración en estado de gracia: irresistible y deslumbrante”. Es una descripción perfecta para Jonathan Vera, el chico de 19 años que le pide a la vida nada más que un balón de fútbol.
Es la inspiración de varios y el reproche de muchos, que no quieren mirar historias como esta. En la cancha es fácil reconocerlo, no porque su cabellera es rubia sino porque juega casi en cunclillas.
Una mala formación en la cadera y un desarrollo desigual de sus huesos fémur le impiden erguirse como el ‘crack’ que es. Cuando recibe el balón lo domina y con él recorre metros, encara rivales y lo entrega al compañero mejor ubicado. Se ayuda con sus manos y la planta de los pies para correr y defender la posesión del balón.
“Solo me faltó el gol y la noche habría sido perfecta”, declaró el flamante campeón del torneo de fútbol de los Juegos Nacionales de Olimpiadas Especiales. Con la Selección de Santo Domingo de los Tsáchilas venció 5 por 1 a Guayas en la final.
Antes había eliminado a la Selección de Pichincha.
“El fútbol es parte de la familia. En casa jugamos todos, mis padres Gastón y Marisela y mis dos hermanos Dayana y Leonardo”, añade el adolescente que fue nominado a la selección gracias a su desparpajo para jugar pese a ciertas ventajas que brinda a sus rivales.
Galo Bonifaz es el entrenador de la selección de Santo Domingo de los Tsáchilas. “El momento de elegirlo analizamos su capacidad polifuncional en la cancha. Puede ser delantero o defensa, cumple en cualquier posición”.
Hubo quienes protestaron por esa elección, “pero el tiempo nos dio la razón; respondió a la confianza que le dimos”, dijo el técnico, quien declaró su admiración por el tesón y compromiso de Jonathan.
Él vive en La Concordia, a unos 45 km de Santo Domingo, pero se dio modos para llegar a las prácticas y entrenarse con el resto del equipo. “Todos somos amigos, en la cancha jugamos en equipo y la pasamos bien”, añade Jonathan, que es hincha de Barcelona y admira al argentino Lionel Messi, pero se identifica con el juego del brasileño Neymar.
Pero si bien fue citado por sus aptitudes técnicas, su comportamiento en la cancha es sorprendente. No teme recibir golpes o puntapiés de parte de sus rivales, busca el balón y disputa su posesión con el que se ponga en frente, así lo triplique en estatura.
Su aspiración es llegar a la Selección Nacional porque quiere conocer otras ciudades y otros países. “No es el primer título que gana y tiene algunas medallas. En el anterior torneo que jugó en La Concordia fue elegido el mejor jugador del torneo”, declaró su madre, Marisela Márquez.
Entre lágrimas festejaba la victoria de su hijo. “Me siento orgullosa porque para él, el fútbol es su vida”.
Es policía metropolitana en La Concordia y como el resto de la familia, también juega al fútbol. Sus ojos se le llenaron de lágrimas al describir la deficiencia que sufre su hijo. “Es un problema congénito, se puede corregir algunas cosas con una intervención quirúrgica pero correría peligro su vida y además es muy costosa”.
Por ello, la familia entera lo acompaña y se siente orgullosa de Jonathan, quien se muestra tal y como es: una inspiración en estado de gracia.