El Sub 16 Aldair Mina domina el esférico, en el entrenamiento en una cancha sintética. Fotos: David Paredes / EL COMERCIO
El contacto del balón con los zapatos de fútbol de los jugadores ocasiona un sonido característico, que se distingue a cualquier distancia. Aquel ‘tac-tac, tac’ se replica en las siete canchas de entrenamiento de Independiente del Valle, un imponente ‘laboratorio futbolístico’, ubicado en el sector de Chillo Jijón, en donde florecen nuevas estrellas.
La mañana del viernes 15 de noviembre, el sol decidió esconderse. Nubes espesas lo obstruían. Un grupo de nueve niños, aspirantes a integrar la categoría Sub 12, se sentaron juntitos en la orilla de la cancha sintética. Pertenecían al Independiente Esmeraldas, una filial del equipo. Llegaron a Quito el lunes y aquel día conocerían el veredicto de los entrenadores del equipo. Quienes no resultasen escogidos volverían a Esmeraldas en un bus que esperaba en la puerta del recinto.
En la cancha contigua, el entrenador de la Sub 16, Christian Cachipuendo, se muestra enérgico ante el grupo. Pide intensidad y concentración a sus muchachos, vestidos íntegramente de rosado, en la realización de un ejercicio de definición y persecución. Los futbolistas deben enfrentar a un compañero, gambetearlo y definir. Quien marca debe ser agresivo en la postura: no quedarse parado, sino salir al encuentro de su adversario.
122 niños y jóvenes integran las divisiones formativas del campeón de la Copa Sudamericana. Según el español Iván Vásquez, director de las juveniles, el 95% vive en el mismo complejo, los pocos que no residen son jugadores de Reserva o la Sub 18 que han decidido independizarse. Todos, por requisito, forman parte del centro educativo de la entidad. “Buscamos su formación integral. Para nosotros, primero está la persona, el niño o el joven. Después están el futbolista y el equipo”, dice Vásquez.
Richard Minda, preparador físico de la categoría Sub 14, supervisa el trabajo de sus dirigidos en el entrenamiento.
El profesional ibérico llegó hace un año al país y es el encargado de trazar las matrices con los aspirantes a futbolistas.
La intención es que en todas las categorías se respete un patrón de juego: Independiente es un equipo que busca ser protagonista, que tiene el balón y que ataca. En esas dinámicas todos participan: desde el golero, iniciador del juego, hasta los arietes.
El proceso de entendimiento del juego comienza en la Sub 12 y se extiende hasta el equipo de Reserva. Según Vásquez, los niños son verdaderas esponjas para absorber el conocimiento. Van aprendiendo los ejercicios y desarrollándolos, automatizándolos con el paso a nuevas categorías.
“La diferencia entre una Sub 18 y una Sub 12 es una cuestión de ritmo y de desarrollo de las tareas. El jugador más grande ya tiene esos conceptos más aprendidos”, añade el español, de apenas 31 años.
Juan Carlos León, entrenador de Independiente Juniors, aporta su visión de la evolución del jugador de la institución. “A los 12, aprende el juego, empieza a asimilar los primeros conceptos. A los 14 y 16 años ya comienza a competir. A los 18, con todo lo que ha aprendido, debe tener una comprensión del juego: una cosa es ser hábil y otra es entender el juego. Estaría a un paso del fútbol profesional”.
Independiente quiere seguir creciendo y ser protagonista en las competencias internacionales que se le vienen. El gerente Santiago Morales dice que el equipo ahora quiere tener su estadio y una universidad, para que sus jugadores se sigan formando.
El ‘tac-tac’, ese sonido característico del zapato en contacto con el balón también se escucha en otra cancha, donde se entrena el monarca de la Copa Sudamericana. El DT Miguel Ramírez dispone un ejercicio similar al que ejecutaba la Sub 16, enfocado en la necesidad de gambetear para encontrar espacios. Luego de la práctica, se fundió en abrazos con los juveniles, como si fuese su padre.