El rugido del viento era lo único que se escuchaba en las faldas del Cotopaxi. Helada y envolvente, la ventisca de ayer se intensificaba con cada paso de Gonzalo Calisto, un quiteño que busca llegar a 10 cumbres andinas, mayores de 4 200 metros, en tres días.
A paso lento, con los ojos enrojecidos porque ha dormido dos horas, llegó al parqueadero del refugio José Ribas a las 08:27. Se encontraba a unos
4 400 metros de altitud y caminaba despacio, erguido, fuerte.
Aunque el viento era inclemente -entre 20 y 30 km por hora- y movía incluso a la media docena de vehículos que estaban parqueados, el guía Karl Egloff estaba decidido a subir con Calisto para completar la quinta cumbre del desafío que arrancó el lunes, 17 de marzo, a las 23:00.
La partida, aunque no es una competencia sino un desafío personal, se dio en la Virgen de los Ilinizas. Desde entonces, el ultrarresistente corredor llegó a la zona más alta de los Ilinizas (Norte y Sur), el Corazón, el Rumiñahui. Ayer, 19 de marzo, también logró la cima del Cotopaxi a 5 897 metros sobre el nivel del mar.
Completar las 10 montañas, a pie y la mayor parte en solitario, es una tarea titánica de unos 225 km, aunque ese estimado se incrementó.
La madrugada de ayer, 19 de marzo, el entrenador de aventura en la Universidad San Francisco se perdió. Esto fue por una descoordinación con su equipo de apoyo, siete amigos que le esperan en los puntos más críticos para asegurarlo en caso de ser necesario. Él no los encontró por lo que decidió continuar por su cuenta en el Parque Nacional.
Caminó entre los pajonales y las flores silvestres de páramo, llegó a la zona de nieve con la intención de seguir a la cima, pero la lluvia y el viento le hicieron volver. Por fortuna, a pesar de esa fuerza que lo impulsa a superar sus límites físicos y emocionales, regresó.
Egloff, un rubio deportista de 33 años, estima que su amigo se les extravió entre la 01:00 y 05:00 de ayer. En esas horas el grupo de apoyo buscaba, entre las lomas del Parque Nacional, una conexión decente de Internet para ubicar al expedicionario a través de un satélite.
Cuando al fin llegaron al punto que señalaba el aparato encontraron a Calisto dormido en la sala de la hostería Tambopaxi. Allí descansó unas dos horas, que fueron vitales para continuar su travesía. Sin embargo, parecía que el ataque al Cotopaxi se iba a abortar.
Generalmente, los andinistas buscan la cima del emblemático nevado en la madrugada, cuando la nieve está firme y hay menos posibilidades de una avalancha. En ese momento la opción más viable era acudir a las otras cumbres y buscar luego la del ‘Coto’. Pero Egloff, con sus 18 años de experiencia en esa montaña, tuvo otra idea.
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Como el viento helado mantenía compacta la nieve, decidió que debían continuar. “Lo primero será la seguridad, regresar con vida y contentos”, dijo Egloff a las 09:10, cuando después de descansar unos 30 minutos en los vehículos empezaron a caminar con dirección a la cima. El experto en alta montaña tenía previsto subir y bajar en unas seis horas.
Gonzalo Calisto estaba todavía motivado. Él quiso realizar esta travesía para rendir un homenaje a su primo Javier Vélez, escalador y montañista que murió hace 18 meses. Ambos, en la juventud, soñaban en las mismas cumbres que él ahora recorre solo.
En su camino, se ha encontrado con neblina y lluvia. Un conocedor de esas rutas, Iván Vallejo, explicó que los vientos de ayer fueron tan fuertes como los que se registran entre julio y agosto, épocas en las que prefiere no ir a esa montaña. Por eso considera que el equipo de apoyo es fundamental. “De corazón, espero que lo logre”, señalo Vallejo.
El grupo lo conforman siete amigos del corredor. Paúl Riera, uno de ellos, no dejaba de sonreír al comentar sobre la hazaña que intenta su amigo. Él no deja de sorprenderse de la fortaleza mental de Calisto, quien corre un promedio de 150 km por semana.
Un recorrido como este se puede ver como una locura, pero solo las personas que superan sus límites lo entienden. Antes, Calisto ya ganó una carrera de 160 km, en un solo día, en la Patagonia argentina, a finales del 2012.
Ayer, antes de empezar el duro ascenso a la cumbre del Cotopaxi, Calisto y Egloff se abrazaron. Caminaron lento, pero a paso firme, hasta perderse en medio de la ventisca.