Unos hinchas de Liga, sentados en el palco, palpaban en sus bolsillos en búsqueda de las llaves de sus autos parqueados en las afueras de la Casa Blanca. Otros, estiraban sus piernas y se aprestaban a salir del estadio para evitar los apretujones clásicos de una jornada de fútbol.
En el estadio de Liga, el triunfo de los azucenas era un hecho, una verdad irrefutable. Faltaba menos de un minuto y los seguidores albos empezaban a desalojar la Casa Blanca, seguros de la victoria. Pero en el último minuto, Darío Bone, el volante de Espoli, recordó a todos que en el fútbol nada está dicho hasta cuando el árbitro decreta el fin del juego.
Bone, quien ayer mezcló su uniforme verde con chillones zapatos amarillos, ejecutó con violencia un tiro libre en el borde del área y vulneró la seguridad de Alexander Domínguez. Era el 1-1. Segundos después, el réferi Diego Lara señaló el fin del cotejo y Liga se quedó como un león herido con ganas de dar pelea, de al menos tener una opción más para vulnerar a su rival.
Los jugadores albos masticaban bronca e impotencia tras perder dos puntos en un partido que dominaron de inicio hasta el final… Bueno, casi hasta el final. En cambio, la alegría era inmensa para los policiales y su director técnico Carlos Calderón. Todos se arremolinaban entorno a Bone, el esmeraldeño de 18 años, convertido en el héroe del día.
Ayer, Liga supo de las injusticias del fútbol. Durante largos tramos del partido, la maquinaria alba generó opciones, arrinconó a su rival, lo sometió, lo puso contra las cuerdas, pero fue incapaz de dar el último toque. El cuadro de Edgardo Bauza generó 16 opciones de gol, pero en su turno, Juan Salgueiro, el goleador Hernán Barcos e incluso el juvenil Marlon Ganchoso dejaron a los 12 000 hinchas albos con el grito de gol atravesado en la garganta.
En la rueda de prensa posterior al partido, el ‘Patón’ reconoció que pocas veces en su carrera había vivido la desazón de perder puntos en esas condiciones. Sin embargo, se mostró satisfecho por el rendimiento de su equipo.
Liga no jugó mal, pero falló en la definición. Fiel a su estilo, la ‘U’ saltó a la cancha a presionar a su rival y al minuto y 32 segundos de juego, Barcos consiguió el tanto y corría a celebrarlo con los hinchas de la Muerte Blanca.
Entonces parecía que el camino estaba allanado. Para este juego, los albos no contaron con Néicer Reasco, el pulmón del equipo por la derecha, ni tampoco con la experiencia y cambio de ritmo de Ulises de la Cruz. Los reemplazaron Enrique Gámez y William Araujo con mucho decoro, aportando lucha y en el caso de Gámez, salida por la derecha.
Liga tampoco pudo echar mano de Édison Méndez en el primer tiempo. Su viaje a Brasil entre semana, para fichar por el Atlético Mineiro, le restó en la parte física. Entró en el segundo tiempo, pero su aporte no fue óptimo.
Pese a las bajas, Liga tenía controlado el partido. Espoli no se animaba a atacarle pese a la prematura desventaja en el marcador. El técnico Calderón mandó a la cancha un equipo de luchadores y solo dejó en el frente de ataque a Orlindo Ayoví, quien no es un virtuoso con el balón en sus pies, y al joven Christian Penilla, que fue controlado con extrema facilidad por la zaga alba.
Liga encontraba pocos lugares para tejer jugadas, pero la jerarquía de sus ofensivos marcaba la diferencia. Consciente de sus debilidades ofensivas, Espoli cambió su fórmula de ataque e ingresaron Paolo Velasteguí y Lenin de Jesús. Velasteguí aportó dinámica y empeño en los contragolpes, pero salvo un remate de Dánner Pachi, el Espoli fue incapaz de hacer daño a su contrincante.
Entonces el reto era para Liga. La tribuna se animaba a pedir más goles, pero el clamor no encontraba eco en los jugadores, que generaban chances, pero fallaban una y otra vez en el área.
Por ello, la bronca tras el gol deBone era generalizada. Carlos Espínola buscaba al árbitro para enviarle saludos a su progenitora. En las gradas, el desconcierto era total. Muchos hinchas tuvieron que regresar de los pasillos para mirar lo que parecía imposible: que Espoli haya empatado un partido que ya estaba ganado.