La cinta y el balón son los implementos que más le fascinan a Emilia Torres en una rutina. Foto: Vicente Costales / EL COMERCIO
Una sonrisa ilumina el rostro de Emilia Torres. Su postura erguida y sus pasos firmes delatan su especialidad, la gimnasia.
Cumplió 15 años y desde los ocho se involucró en el mundo de las artes y el deporte. Sus inicios fueron en el ballet, cuyos movimientos y técnicas le permitieron incursionar en la gimnasia.
Una vez dominado este deporte, su madre, Mery Mosquera, vio talento en ella y la involucró en la gimnasia rítmica, donde empezó a dominar las rutinas con la cuerda, la cinta, la pelota y el aro.
Su gracia, belleza y técnica las pudo plasmar en interesantes progresos deportivos. Ganó cuatro medallas de plata y una de bronce en los Juegos Nacionales de Olimpiadas Especiales en Santo Domingo, en el 2016. Dos años más tarde, en Quito, obtuvo cinco medallas de oro con todos los implementos de gimnasia rítmica y una en ‘all round’.
Con esos resultados, y gracias al respaldo incondicional de sus padres, en abril tuvo su primera participación a escala internacional. Fue a Mérida, en México, al Campeonato Interclubes, donde se quedó con el oro en su categoría.
Emilia es muy amigable y, en cada competencia que participa, si bien quiere ganar, también crea lazos de amistad. “Me gusta compartir con mis compañeras. En competencia no me pongo nerviosa soy feliz, me pongo feliz para ganar y representar al Ecuador”, dijo.
Su entrenadora es la cubana Yuditt Hernández, quien revela que al inicio le fue difícil entrenarla, pues en su preparación profesional nunca tuvo una cátedra que le permitiera entrenar a deportistas con capacidades especiales.
“Un entrenador pone su sello profesional cuando entrena a estos niños”, comentó Yuditt, quien tomó el desafío y hoy se siente orgullosa de los progresos de su deportista.
Se apoyó en los colores y texturas para que Emilia aprenda sus rutinas. Con una cinta de color rojo en la mano derecha y otra amarilla en la izquierda logró que ella siguiera sus instrucciones y levantara sus manos de acuerdo con la postura que requería.
Para aprender las rutinas con la pelota, primero trabajó con una pluma de sombrero. La entrenadora le hacía sentir la pluma en sus brazos y las zonas de su cuerpo por donde la pelota debía transitar.
“Aprendimos juntas”, dijo Yuditt, quien ha vertido en ella sus conocimientos con mucha paciencia, pues hay indicaciones que debe repetirlas con frecuencia.
La entrenadora destaca la creatividad de su gimnasta, ya que cuando le pone una canción ella crea sus propios movimientos y deja fluir su imaginación al ritmo de la música. Además, considera que la postura erguida de Emilia, en todo momento, es algo de admirar, ya que mantener aquella posición suele ser difícil para algunas gimnastas.
Los implementos que le apasionan a Emilia son la pelota y la cinta. Para ella, entrenarse con estos implementos es algo divertido, porque cuando aprende una nueva rutina, le gusta practicarla en el gimnasio, su casa o en la escuela a la que asiste.
Estudia en el Colegio El Trébol, allí aprende matemática, lenguaje, natación, arte e inglés. Actualmente está aprendiendo el alfabeto en inglés al ritmo del ‘eibicí’. Arte es otra de sus asignaturas preferidas, porque puede dibujar y pintar con diferentes colores.
Mery Mosquera, de 48 años, se siente orgullosa de los logros de su hija y considera que su historia puede motivar a que otros padres descubran las habilidades y destrezas de sus hijos que nacen con el conocido síndrome de Down.
Considera que, por la falta de conocimiento sobre la condición de su pequeña, al inicio fue complicado para ella y su esposo, Germán Torres, pero que pudieron superarlo.
“Con dedicación y amor nuestros hijos pueden desarrollarse en el deporte y las artes. Existen estereotipos en la sociedad que los han dejado de lado, pero que en realidad ellos son más disciplinados y felices que cualquier otro niño”, explicó con orgullo la madre.
Mery enfatiza en el orden y disciplina de Emilia, además comentó que a ella le gustan los deportes extremos, por ello manejan una agenda intensa de actividades.
En las mañanas acude al colegio y a terapias de lenguaje; tres veces por semana se entrena junto a Yuditt, y dos tardes las dedica al ballet, donde se prepara con María Elena Gallegos, de amplia trayectoria.
Para su acondicionamiento deportivo cuenta con el apoyo indispensable de su madre, quien se ha convertido en la mediadora con las entrenadoras. La joven gimnasta también cuenta con el apoyo de un equipo profesional en terapia ocupacional, pedagógica y de Olimpiadas Especiales Quito, institución a la que pertenece desde hace seis años.
A Emilia también le gusta practicar la natación, el ciclismo, la equitación y los deportes extremos.
En su tiempo libre le fascina ver ‘Soy Luna’ y cantar las canciones de la serie. En su viaje a México se sintió emocionada porque conoció el lugar de residencia de su ídolo.
Antes de cada participación está pendiente de su malla de competencia y del maquillaje, pues le encanta el color morado y debe dominar su presentación. También le fascina que su madre utilice estrellas decorativas y sombras brillantes para resaltar sus ojos, porque cuando suena la música, ella quiere lucirse en la colchoneta, su gran escenario.