En Europa actualmente se venden más automóviles con motor de diésel que de gasolina.
En años recientes, el diésel ha experimentado un crecimiento importante en varios segmentos de vehículos livianos, especialmente en el de camionetas, furgonetas, todoterreno y SUV.
De ellos, los dos primeros son en los que se concentra la mayor oferta y el uso está más extendido, por tratarse de vehículos de trabajo.
Al momento de elegir entre la variante de gasolina o la de diésel de un determinado modelo, el usuario debe analizar muchos factores para realizar una compra inteligente.
Muchas personas se equivocan al decantarse por el diésel tomando en consideración únicamente el precio inferior del combustible, para después comprobar que los costos de mantenimiento, tanto preventivo como correctivo, son considerablemente mayores que los de un motor de gasolina.
Esto se debe a que un motor de diésel es más robusto (tiene una vida útil más larga) y debe estar perfectamente afinado para brindar un funcionamiento óptimo con un combustible que es mucho menos refinado que la gasolina.
De hecho, la eliminación del ruido, las vibraciones y la emanación de humo negro en los modelos más actuales es el resultado de la incorporación de sistemas y componentes muy avanzados, que requieren mantenimientos muy rigurosos en calidad y en plazos.
Por eso, un modelo con motor de diésel puede costar varios miles de dólares más que su similar de gasolina. La amortización de esa inversión adicional se dará a mediano y largo plazos, en la medida en que el vehículo genere un ahorro considerable en consumo de combustible (por su mayor rendimiento) y en mantenimientos correctivos (por su mayor durabilidad).
Si bien el bajo precio del diésel es un atractivo para un potencial comprador, cabe recordar que la anunciada eliminación de los subsidios a los combustibles pudiera llegar a nivelarlo con el de la gasolina.