La golera ecuatoriana Shirley Berruz es superada por la colombiana Diana Ospina. Foto: El Comercio.
Merly Zambrano es una de las pocas mujeres que vive del fútbol. Ama este deporte y por eso le dedica tiempo completo. Sin embargo, debe esforzarse para conseguir los recursos para su hogar.
La defensora de 34 años se multiplica para defender a Espuce en el Campeonato Nacional, enseñar a sus pupilas de las selecciones menores de Pichincha y recorrer ligas barriales los fines de semana para redondear sus ingresos. En Ecuador el fútbol no es rentable para las mujeres, por lo que se ven obligadas a buscar otras alternativas o practicarlo solo de forma recreativa.
La realización de la Copa América, que se disputa en nuestro país, puso en evidencia esta realidad. Se calcula, por ejemplo, que la DT de la Selección, Vanessa Arauz, recibe un salario aproximado de USD 1 500. Y para establecer un comparativo con los varones, Juan Carlos Garay, uno de los entrenadores que menos ganaba en la Serie A, recibía un sueldo de USD 3 000 en Deportivo Quito.
¿Por qué la diferencia? Porque el fútbol femenino aún tiene carácter amateur (aficionado). Así sustenta el técnico Mauricio Guerra, quien dirige a equipos femeninos. “Es penoso porque deben realizar enormes sacrificios personales para sacar réditos”, indicó.
Él asegura conocer casos de jugadoras que militan en el Campeonato Nacional y que por eso les impiden competir en ligas barriales. “Las consideran profesionales y no es así”.
El equipo que mejor estructura posee en esta rama es el Rocafuerte, de Guayaquil, actual bicampeón. Incluso ahí se da una ayuda económica, aunque sin alcanzar los altos salarios que reciben los varones. Lo máximo que ganan es el básico de USD 340. En otros casos, los equipos aportan con becas, viáticos, pasajes…
María Isabel Vásconez, otra integrante del combinado femenino, es una de las que se benefició solo de la ayuda. Ella suma 10 años defendiendo a la Tri. Este Diario entrevistó a la cuencana antes de la Copa y allí aclaró que “no hay ningún beneficio económico”. Es decir, hasta ese entonces, no recibió ninguna remuneración durante una década.
Por eso es que hay mujeres que prefieren jugar solo en ligas barriales, porque ganan entre USD 20 y 30 por partido. Alcanzan a participar en seis cotejos por fin de semana, a riesgo de lesiones graves.
Fanny Duchimaza, una de las fundadoras del club Ñustas en Cuenca, pide apoyo para el desarrollo del fútbol femenino. “La mujer debe cumplir muchos roles, desde estudiar hasta ser madre y a pesar de eso muchas practican fútbol”.
En el caso de Ñustas, el tema económico es lo más complicado. En el equipo cuencano contribuyen desde la dirigencia hasta las deportistas. Hay aportes mensuales de USD 5 por futbolista para pagar al entrenador. “Nos cobra un monto acorde a nuestra capacidad de pago”, contó Duchimaza.