Christian Noboa atiende la llamada de LUNES DEPORTIVO el viernes pasado. En Quito son las 09:15, pero en Moscú el reloj marca las 18:15 y, por eso, el mediocampista ecuatoriano dispone de tiempo para dialogar sobre su adaptación de cinco años al frío de Rusia, su futuro hijo que nacerá en cinco meses y el competitivo fútbol de ese país.
El mediocampista de la Tricolor, de 26 años, contesta la llamada desde su nuevo hogar, en Rosinka, sector ubicado en las afueras de la capital rusa y en el cual se instaló desde que llegó al Dínamo Moscú. Ese club, lo fichó en enero de este año por una cifra que sobrepasó los USD 10 millones y le instaló en la nueva vivienda.
El ‘Zar’ está tranquilo por eso, pero quiere consolidarse tal como lo hizo en su anterior club, el Rubin Kazan. Ese fue su primer equipo en Rusia, entre el 2007 y el 2010, y con ese plantel llegó a jugar un partido de la Champions League ante el Barcelona de Lionel Messi, en el 2010.
Hoy, su nueva residencia en Moscú, está ubicada a 10 minutos del Arena Jimki, el estadio donde juega de local el Dínamo. A ese lugar, suele acudir en su propio auto, sin temor a confundir las calles ni las señales de tránsito.
Entiende las señales y los letreros sin problemas porque, en estos cinco años, aprendió a hablar con fluidez el ruso y a conocer la mentalidad de los rusos, quienes “son personas serias, metódicas y responsables”.
Cuando llegó al país europeo, en el 2007, era distinto. Los primeros días quedó impresionado por la nieve, la tomó con las manos y luego sufrió una bronquitis aguda y fue hospitalizado.
Esa fue una de las experiencias difíciles en su primera temporada. Christian prefería evitar hablar de sus problemas, pese a que extrañaba el clima cálido de Guayaquil y el encebollado, cuenta su padre Fernando, quien reside en Guayaquil junto a su esposa Sonia Tello y sus otros dos hijos Roberto, de 24 años, y David, de 16.
Así, tardó un año en adaptarse al clima, la competitividad del balompié y el trato con las personas. Yuri, un ruso de Kazán, quien era su traductor, le ayudó a solucionar sus dificultades.
Pero fue Olya Romanova, su actual esposa, la persona clave en su adaptación. Ambos se conocieron en el 2008 en un restaurante al cual el jugador solía acudir regularmente con sus compañeros del Kazán. La atracción fue mutua y, pese a que ella no hablaba español ni inglés, empezaron a salir.
Ella le ayudó a hablar con fluidez el ruso y , hoy, el volante da entrevistas en ese idioma a los periodistas de Europa.
El año pasado, Christian y Olya se casaron y festejaron junto a su hijo Christopher, de 2 años. Ahora, la pareja espera al nuevo heredero: Olya tiene cuatro meses de embarazo. “Queremos que venga la mujercita, porque en la familia casi todos son varones”, dice Sonia Tello, madre del jugador.
El pasado viernes, Noboa estaba en su casa con su cónyuge y su hijo. A él le gusta permanecer en su residencia con su familia en sus ratos libres. En ocasiones, para distraerse, visita los cines. “A diferencia de Kazán, Moscú es más cosmopolita y existen más lugares para visitar”, explica, pero aún no ha acudido a los sitios de distracción de la ciudad.
En la capital rusa, el volante ecuatoriano tiene más comodidades que en Kazán. Posee una residencia más amplia y un empleado del Dínamo le ayuda a realizar tareas logísticas diarias.
También realiza trámites para obtener la nacionalización rusa y su propósito inmediato es agradar a los hinchas del Dínamo.
En febrero, Christian estaba impaciente. Le contó a su padre que el DT Sergei Silkin no lo tomaba en cuenta, pese a que se esforzaba al máximo en las prácticas.
Esto empezó a cambiar el miércoles cuando jugó todo el partido y su club venció al Zenit por la Copa de Rusia. Fue el primer paso para demostrar porqué era considerado un ídolo en el Kazán. “El próximo paso es consolidarme y jugar en la Selección para clasificar al Mundial”, dice antes de despedirse y colgar el teléfono.
Más datos
El ecuatoriano dejó Emelec en febrero del 2007 para vincularse al Rubin Kazán. Este año, pasó al Dínamo Moscú.
Noboa ha conocido pocos ecuatorianos en Rusia. Uno de ellos es Felipe Caicedo, quien juega en el Lokomotiv, y con quien mantiene constante comunicación.
El volante extraña a sus padres, pero no planea venir de vacaciones a Guayaquil por el embarazo de su esposa.