La semana anterior pasará a la historia como una de las peores de la historia del fútbol ecuatoriano. Nunca antes, en un período tan breve, suedieron cosas tan sombrías que incluso el campeón mundial del optimismo saldría recitando los versos del gran César Vallejo en ‘Los heraldos negros’: son como el odio del Dios.
Enumeremos. El mejor equipo ecuatoriano de los últimos cinco años se deshace en una crisis económica de estilo etíope, en la cual el patrón se pone bravo por una huelga y quiere sanciones para los jugadores… que no reciben a tiempo su sueldo. O sea, no les paga pero desea multarles. ¡Plop! Lo peor es que la crisis de dinero se extiende al cuadro de los militares, que van para el mismo camino.
Mientras tanto, dos equipos de Quito reciben una histórica sanción de jugar sin público por culpa de sus barras bravas. Esto ya pasó en Manta este año, pero esta vez ocurre por una evidente putrefacción del hincha que se ha convertido en monstruo. De paso, priva a los equipos de ingresos, como si les sobrara la plata.
Luego, una dirigente que buscaba la presidencia de su club (otro hecho histórico) muere a manos de sicarios, justo el día de su elección, en una prueba más que desmiente eso de que son tiempos difíciles para la delincuencia.
Hasta dónde iremos. En qué acabará todo. Cuánto más golpeará Dios. O, mejor dicho, cuánto más avanzará esta crisis de nuestro fútbol sin que nadie haga halgo.