Si el zumbido de un zancudo en la oreja es desesperante y capaz de desvelar a la Bella durmiente, el de las vuvuzelas, que en un principio era simpático, festivo y folclórico, se ha convertido en una pesadilla: es como estar en una esquina en medio de un trancón. ¡de tractomulas!
Las vuvuzelas, esas cornetitas plásticas que soplan hasta romperse los labios los hinchas sudafricanos en las tribunas de los estadios del Mundial, ya son famosas y reconocidas en todo el planeta, pues, durante los partidos, sin parar ya sea con toques cortos y acompasados o con largos y potentes “¡fuuuuuuuaaaaaa!” que penetran el tímpano o con cualquier secuencia rítmica a puro golpe de pulmón.
No hay un solo segundo en el que las trompetas, que se compran a 40 rands en los semáforos (USD 5), no sean sopladas. El problema no parece ser el que suenen más o suenen menos sino que suenan parejo.
La revista estadounidense The Time explicó las razones que se le plantearon a la FIFA para prohibirlas, cuando apenas van cuatro días del Mundial: que los televidentes no soportan su sonido persistente, que pueden causar daños auditivos (con sonidos de hasta 127 decibeles), que muchos jugadores y entrenadores se han quejado y que son fastidiosas para las transmisiones de televisión.
Joseph Blatter, el mandamás de la FIFA, descartó de plano su prohibición. “Es como quitar los cánticos que hacen ustedes en sus países”, dijo. Tiene razón. Además, intentó ser poético: “Ya había advertido que el fútbol en África sonaría diferente, sonaría a áfrica”. Y tiene razón, pues suena a manada de elefantes. Cristiano Ronaldo, el estelar delantero portugués, pidió que las abolieran porque pueden perder la concentración.
Durante la pasada Copa Confederaciones, varios jugadores de España aseguraron que por las vuvuzelas no oyeron varias indicaciones del técnico Del Bosque ni podían escucharse entre ellos en la cancha.
Los jugadores de Francia las culparon de su discreto 0-0 con Uruguay: “No podemos dormir de noche. La gente empieza a tocarlas a las 6 de la mañana”, dijo el lateral Patrice Evra y los serbios dijeron que no los vencieron los ghaneses sino las trompetas: “Por las vuvuzelas no pudimos oír a nuestra hinchada que nos alentaba”, justificó el delantero Marko Pantelic, mientras su compañero, el zaguero Bransilav Ivanovic, dijo que su equipo perdió la concentración y cometió el penal “tonto” por ellas.
Neil van Schalkwykm de la empresa Masidance Sport, fabricante de las cornetas, no tiene oídos sordos, y por eso declaró ayer al diario local The Star que comenzará a fabricar unas menos ruidosas (con el tubo más largo para reducirles 20 decibeles).
Es un negocio rentable que ya le dejó en exportaciones a Europa y en ventas durante el Mundial africano más de USD 2 millones y, de paso anunció, que piensa ponerlas a la venta en el Mundial del 2014, en Brasil.